domingo, 27 de noviembre de 2011

We are back

La NBA vuelve a casa por Navidad. En Where Pass First Happens hacemos lo propio.

Os mantendremos informados en la medida de lo posible.


Un saludo.

domingo, 19 de junio de 2011

Gracias y hasta pronto

La temporada toca a su fin. Nos deja un merecidísimo anillo para los Mavs, el fantasma del lockout, la retirada de Shaq y el desembarco de Ricky. Los que entran por los que salen.

Comienzan las vacaciones para los profesionales y, por ende, para este bloguero. No por gusto, sino por imposición. La sequía NBA estival nos deja sin el material que necesitamos y no tengo intención de forzar la periodicidad en las publicaciones escribiendo banalidades. Por esta razón, probablemente no vuelva a postear cada domingo hasta el arranque del Eurobasket 2011.

No por ello dejaré de publicar. Siempre que la actualidad lo permita o las musas me pillen con el teclado a mano, volveré por estos lares. Os mantendré informados en la medida de lo posible.

Este ha sido un gran año, en suma. He alcanzado metas que cuando comencé, hace ya nueves meses, ni tan siquiera podía contemplar, y es por ello que quiero expresaros mi gratitud nuevamente.

A los que me animaron a arrancar con el proyecto, a los que se han preocupado por darme promoción, a los que me han abierto nuevas puertas, a los que me han brindado su apoyo incondicional desde el primer momento, a los que se han iniciado en esto del BA-LON-CES-TO como resultado de visitar este rincón cada fin de semana. A cualquiera que alguna vez me haya leído, comentado, alabado o criticado.

A todos aquellos sin los que esto no tendría ningún sentido. Gracias.

Nos vemos sobre el parqué, amigos.


Un saludo.

domingo, 12 de junio de 2011

Héroes y villanos

11 de junio de 1997

Las series se antojaban cuesta arriba para los Bulls de Jordan. El tándem Stockton-Malone había conseguido dos victorias consecutivas que posicionaban a los Jazz con un 2-2 y el jugador franquicia de Chicago se levantó esa mañana pálido y febril. Le fue diagnosticada una intoxicación y los médicos dijeron que de ninguna manera podría jugar esa noche. Michael tenía otra opinión.

Cayó la noche en Salt Lake City, y con ella, el comienzo del choque. Los Jazz, que jugaban en en casa, empezaron dominando el partido espoleados por el apoyo incondicional de una de las mejores hinchadas del mundo y aprovechando la debilidad de la estrella rival. Tras cuajar un primer cuarto baldío, parecía a todas luces evidente que el líder de los visitantes no estaba en condiciones de jugar. Sin embargo, en el segundo cuarto, comenzó a encajar una canasta tras otra, a pesar de carecer de su explosividad habitual.

Inexplicablemente, volvió a obrarse el milagro. Dios terminó enfundándose una vez más la camiseta de los Bulls para cosechar 38 puntos, anotar un tiro decisivo y darle la victoria a los suyos. Esa noche pasó a la historia de la NBA como «The Flu Game» y constituye una de sus actuaciones más memorables.


Volvemos del flashback.

14 años después, la épica vuelve a llamar a las puertas del baloncesto. Durante el cuarto encuentro entre Mavericks y Heat en las presentes Finales, el astro alemán y principal referencia de los primeros, Dirk Nowitzki, trajo a la memoria colectiva reminiscencias del más grande. El mismo que sostuvo el peso de su equipo cuando las piernas no le permitían sostener el suyo propio.

El partido comenzó siendo de un solo color. Los Heat castigaban sin piedad a los locales mientras éstos mostraban precipitación, inseguridad y poco acierto en el tiro. La estrella blanquiazul rozaba los 39º C de fiebre. Las circunstancias no permitían otra cosa que augurar un negro final para los del alemán.

La balanza terminó equilibrándose, y ambos equipos llegaron al descanso parejos en el marcador. El partido seguía apretado, y los Mavericks no podían contar con la mejor versión de su estrella. Esa misma versión que les resulta indispensable a la hora de decidir encuentros.

Fue el último cuarto, cuando la situación más lo exigía, el punto en el que Dirk hizo su aparición. Batalló incansablemente tanto contra el rival que tenía enfrente como contra el que tenía dentro. La fiebre de Nowitzki incendió el American Airlines Center y sus 21 puntos terminaron decidiendo el signo del partido.


Ahora, una vez acometida la gesta, aquellos que no pudieron pararle, hacen bromas al respecto. Dwayne Wade y LeBron James consideran adecuado imitar a su rival de cara a las cámaras, fingiendo tos y escenificando otros aspavientos. Una nueva muestra de clase y elegancia por parte de aquel que se autoproclama a los cuatro vientos como «Rey de reyes» y sus amigos.

Una vez más, aquel que busca equiparar su grandeza a la de Jordan, olvida que, además de clase y elegancia, Michael tenía cerebro.

Michael pertenecía a esa raza de jugador que habla sobre la cancha, porque no necesita hacerlo fuera de ella. Al estilo de un tal Nowitzki. Lo mismo os suena.


Un saludo.

domingo, 5 de junio de 2011

Adiós

Durante la primavera de 1985, Dale Brown, técnico de Lousiana State, tuvo a bien el concederse un descanso en su extenuante labor de recruit. Brown era uno de esos tipos que, más que trabajar para vivir, viven para trabajar. Todo por y para el BA-LON-CES-TO.

El entrenador viajó a la base alemana de Wildflecken por cortesía del Departamento de Estado. Allí, el ejército americano aglutinaba 80.000 unidades en la frontera con la RDA, principal reducto comunista en lo más profundo de Europa. El objetivo: impartir un clinic que aunase espectáculo y motivación.

Fue allí, tras concluir un discurso, donde un muchacho negro, de maneras educadas y pulcramente vestido, asaltó al coach. Se alzaba cerca de dos metros sobre el suelo y superaba sobradamente los 100 kilos.

- Entrenador, no quiero molestarle pero, ¿podría pedirle unos minutos?
- Dispara, chico.
- Verá, me canso con facilidad y, a pesar de mi tamaño, tengo dificultades para machacar el aro.
- ¿Cuánto tiempo llevas en el servicio, soldado?
- Tengo 13 años, señor.
- ¿Y qué haces aquí, hijo?
- Mi padre es el sargento Philip Harrison. Me llamo Shaquille O'Neal.

Brown se mostró desesperado por ponerse en contacto con el padre del chico. Estaba dispuesto a todo con tal de concertar una cita con él. Sin embargo, los acontecimientos no transcurrieron como cabía esperar por parte del técnico.

- Verá, señor Brown. Todo esto del baloncesto está muy bien, pero ya es hora de que la población negra piense en otras cosas. Alcanzar mi posición, convertirse en directores y presidentes de compañías o incluso ser entrenadores, como usted, y no asistentes.
- No le falta a usted razón. En cualquier caso, acepte mi tarjeta, por favor.

Semanas más tarde, llegaba una carta al domicilio del entrenador. Se trataba de aquel chico. Quería agradecerle su ayuda, y lamentaba haber sido cortado por el equipo del instituto debido a su torpeza. 

- Nunca podrás jugar a esto.

En ese momento, Brown decidió ponerse manos a la obra. Respondió al chico enviándole un poema de motivación y comenzó a seguir sus pasos mucho más de cerca. La familia se trasladó a San Antonio, y el joven ingresó en un nuevo instituto. Sin embargo, tan marcado quedó por el rechazo, las acusaciones de torpeza y su tartamudez que, cuando finalmente quedó bajo las órdenes de Brown, le suplicó que no contase con él para los sistemas de ataque.


 - Chris y Stanley están para eso, señor. Yo me encargaré de taponar y ayudar en defensa.

El entrenador respondió ante estas palabras redoblando la carga de trabajo del chico. Entrenaría hasta perder el aliento y el miedo. Y así fue.

El sargento Harrison puede echar la vista atrás y sentirse orgulloso. Su chico consiguió graduarse.

Por si eso fuera poco, años después se retiraría tras haberse consolidado como en el mejor y más dominante pívot de su época. A día de hoy, algunos lamentamos su marcha.


Dejas atrás 19 años de reinado en la pintura. 4 anillos, 1 MVP y miles de momentos que jamás podremos olvidar, tanto sobre el parqué como lejos de él. Has cumplido de manera sobresaliente con tu papel, el legado de Wilt y Kareem ha pasado dignamente por tus manos. Ahora te ves forzado a pasarle el testigo a otros que difícilmente llegarán a ser la sombra de lo que tú has sido.

Te echaremos de menos, grandullón.


Un saludo.

domingo, 29 de mayo de 2011

El fin del camino

Treinta equipos. Siete meses. Dos finalistas. Un campeón. Esto es la NBA, damas y caballeros. Arrancan las Finales.


Por la Conferencia Oeste, Dallas Mavericks. Por la Conferencia Este, Miami Heat. Los oponentes son ya viejos conocidos y el recuerdo del choque de 2006 entre ambas escuadras permanece latente en el imaginario colectivo. Pese a ello, se enfrentan cara a cara dos modelos de equipo diametralmente opuestos. Dos filosofías irreconciliablemente enfrentadas. Dos maneras diferentes de entender aquello del BA-LON-CES-TO. Entramos en materia.

Dallas Mavericks

Los de blanco y azul constituyen sin lugar a dudas un equipo veterano. Llevan años luchando por hacerse un hueco en la parte alta de la tabla durante la temporada regular, invirtiendo un esfuerzo ímprobo para permanecer en la élite del ya no tan salvaje Oeste para, una vez acometida la gesta, dilapidar el sacrificio, caer de rodillas y observar como sus anhelos se diluyen irremisiblemente ante sus ojos. Esta invariable actitud ha llevado tanto a los medios como a los aficionados, amigos del clasificado cuidadoso y el etiquetado fácil, a colgarles el cartel de “Perdedores”. 
 
Dispusieron de su oportunidad más clara hace 5 años, precisamente ante los Heat, si bien éstos últimos diferían sustancialmente de lo que son a día de hoy. Comenzaron partiendo como favoritos, dominando la serie con un lapidario 2-0, que únicamente sirvió para acrecentar la caída que sufrieron posteriormente. El tándem Wade-Shaq consiguió darle la vuelta a la situación y coronar a los suyos como campeones.

A día de hoy, el escenario no se muestra muy diferente. Los de Texas han consumado una Regular Season destacable y han alcanzado las Finales sin excesivas dificultades. Si bien es cierto que esta vez no parten como favoritos, pues su rival se encuentra en su mejor momento, vienen de apear al vigente campeón de la pugna por el título. El hecho de haber conseguido arrebatarle el billete hacia el anillo a los Lakers de Kobe Bryant y Phil Jackson podría conferirle a este conjunto la confianza y seguridad en sí mismos que necesitan para pasar por encima del Big Three.

Las claves de la resurrección Maverick constan de una serie de premisas de relativa sencillez. Como punto de partida, los chicos de Cuban necesitan a la mejor versión de Dirk Nowitzki. Sin ella, están condenados. A su favor corre el hecho de que es ésta exactamente la que se está dejando de ver en los últimos encuentros. Por otra parte, deben hacer lo posible por imponer la primacía de su concepto de grupo sobre el imperio de las individualidades que reina entre los Heat. Finalmente, conviene aprovechar los años de rodaje que reúne buena parte de los miembros de esta plantilla, pues existe un convenio tácito no escrito que sostiene que la experiencia resulta decisiva a la hora de llevar a buen puerto el asalto al anillo.

En conclusión, los de Dallas deben recurrir a la exquisitez de su estrella, el trabajo en equipo y la veteranía de sus jugadores. Sólo así conseguirán arrancarse esa condenada etiqueta.


Miami Heat 

El conjunto rojo y negro se planta al final del camino con un proyecto de proporciones bíblicas puesto en pie entre ayer y hoy. A pesar de ello, se alza como el equipo a batir. El bloque definitivo. El gigante entre gigantes. Un combinado por el que se han derramado ríos de tinta. Se decía de ellos al arranque de la temporada que cualquier final que no culminase con el campeonato entre sus manos sería considerado un fracaso rotundo. Y, pese a las numerosas vicisitudes acontecidas durante el trayecto, aquí están, cumpliendo con las expectativas.

De los Heat que se coronaron campeones cinco años atrás sólo queda Dwayne Wade. Diesel y una buena parte de los secundarios tomaron caminos divergentes y el proyecto se disolvió alrededor del pilar maestro. No fue hasta el pasado mercado estival cuando Pat Riley se erigió con el triunfo en los despachos, adhiriendo a LeBron James y Chris Bosh a su particular cruzada por constituir The Biggest Three. Tres de los diez mejores jugadores de baloncesto sobre la faz de la Tierra vistiendo una misma camiseta. El plan sonaba condenado a la gloria.

Meses más tarde, comienzan a sucederse las catástrofes. La escuadra arranca la temporada con un bagaje mediocre, válido tal vez para cualquier otro equipo, pero no para uno que aspiraba a conseguirlo todo desde el momento mismo de su constitución. Los baches terminan siendo superados sólo para ceder espacio a más desavenencias. Las derrotas ante otros equipos más «hechos» golpean a los Heat y las lágrimas se abren paso en el vestuario. 

Las temporada regular toca a su fin entre estas y otras andaduras. Entretanto, el cariz de la situación se torna repentinamente favorable. Los Heat eliminan a los Sixers en Playoffs sin dificultades, se deshacen de unos Celtics demasiado viejos para después pasar por encima de unos Bulls demasiado jóvenes y presentan sus credenciales en las Finales ante un viejo conocido. El viento sopla a su favor.

El camino hacia las mieles de la anillo pasa para ellos por los siguientes puntos. En primer lugar, necesitan a sus tres estrellas en plena forma. A lo largo del año, ha quedado demostrado que cuando un elemento de esta terna flaquea, el equipo suele hacerlo con él. También habrán de extraer de Haslem toda la capacidad intimidatoria y defensiva bajo los tableros de la que carecen el resto de miembros de la plantilla. Por último, les resultaría muy conveniente rescatar a James Jones para que prodigue uno de sus festivales anotadores desde la larga distancia, especialmente en el caso de que los engranajes principales no consigan girar al ritmo exigido y esto desemboque en un atasco ofensivo. 


No son las Finales que muchos habríamos soñado. No tienen el aroma ochentero de un clásico Lakers-Celtics. Tampoco podremos ver a nuestro Pau consumar el threepeat como escudero de Kobe. Ni siquiera seremos testigos del renacer de franquicias históricas como lo son Chicago o New York. 

Tendremos en contrapartida, unas Finales de contrastes. Una serie electrizante, de impacto. Dos antagonistas enfrentados en un cuerpo a cuerpo sin piedad. Y, ¿quién sabe? Tal vez sea el momento indicado para que leyendas vivientes como lo son Kidd o Nowitzki le pongan el broche de oro a sus brillantes carreras. O tal vez haya llegado el día en el que sedicentes reyes se enfunden su corona y justifiquen, de una vez por todas, el título que años atrás decidieron atribuirse a sí mismos.


Un saludo. 


P.D. Este artículo aparecerá publicado en el número 3 de la revista FadeAway lanzamos el número el primer día de cada mes. (http://revistafadeaway.es/)

domingo, 22 de mayo de 2011

El espejo

La post-temporada 2010/2011 quedará grabada a fuego en la mente de los Lakers por el resto de su historia. El —¿inesperado?— batacazo ante los Dallas Mavericks en forma de barrido arrasó con la moral de los angelinos. Pero hubo un hombre sobre el que el asfixiante peso del fracaso se posó dos veces. Kobe Bryant.

La derrota escoció particularmente al astro de púrpura y dorado por una razón. Le arrebató la posibilidad de repetir threepeat y equiparar así su palmarés al del jugador con el que siempre ha sido comparado. El GOAT (Greatest Of All Time). Michael Jordan. Por otra parte, más allá de la privación de la gloria inmediata, la caída ha resultado sonora y la ruta hacia el anillo en los próximos años se ha convertido en un camino escarpado. La cifra de 6 se desvanece en el horizonte del 24 angelino. Y, una vez más, el debate está servido.

Tal vez sea por su carácter competitivo, sus ansias de victoria, su capacidad de liderazgo o su obsesión por el baloncesto. O tal vez por el sincretismo en sus saltos, gestos, poses y canastas. Sea como fuere, el alud de comparaciones entre uno y otro viene sucediéndose de manera inevitable de unos años a esta parte.

A día de hoy, Kobe cuenta sus adeptos y detractores manejando cifras similares, mientras que Michael es recordado como poco menos que un dios, tanto por aquellos que vivimos sobre del parqué como por los que se sitúan lejos del mismo. 

Pese al lavado de cara que ha llevado a cabo el primero durante los últimos años, sus enemigos siguen tildándole de copia malograda, chulo desafiante y chupón irrespetuoso. Sacan a relucir su enfrentamiento con uno de los más grandes —no exclusivamente en términos literales— que jamás hayado puesto un pie en una cancha de baloncesto, Shaquille O'Neal, y le critican duramente por ello. Olvidan las reyertas Jordan con Bill Cartwright, Will Perdue o Steve Kerr, amén de la mancha azul en su expediente, fruto de su paso por los Wizards.

Si nos detenemos en los números, Jordan está objetivamente por encima de Bryant. Información, que no opinión. Como contrapartida, si establecemos una comparativa teniendo en cuenta sus edades, las distancias se acortan ligeramente. Vayamos más allá. Tomemos en consideración la batería de buzzer beaters decisivos que el escolta angelino prodigó el pasado año. La misma con la que superó al ex de los Bulls en lo que a capacidad de resolución de partidos se refiere. Las diferencias siguen difuminándose.

Expuesto esto, y si bien Kobe representa lo más parecido a Michael que se deja ver en estos días sobre un terreno de juego, el que suscribe nunca fue amigo de comparaciones. Sin embargo, es consciente de que para la mente humana resultan un obstáculo insalvable. 

Pese a ello, una cosa permanece clara. Se trata de algo que va más allá de números o actitudes.

El mejor no admite comparaciones.


Un saludo.

viernes, 20 de mayo de 2011

Una vez más, gracias

A viernes y por aquí. Tres meses después. Otra vez en la brecha.

La Revista Oficial NBA ha vuelto a publicar uno de mis artículos como Artículo del Mes. En este caso se trata de «Lágrimas», posteado en el blog unas semanas atrás.

Una vez más me faltan las palabras. Sólo puedo daros las gracias.

A los que lleváis ahí desde el primer momento, pero también a los recién llegados.

Gracias nuevamente. Con la cabeza y con el corazón.


Un saludo.

domingo, 15 de mayo de 2011

La etiqueta

Para rememorar el comienzo de la travesía, hemos de poner la vista cinco años atrás. Unos Mavericks de juego vivaracho, alegre y combativo llegan a los Playoffs con 60 victorias de Regular Season en su haber. Aprovechan el billete hacia la post-temporada y, por primera vez en su historia, se presentan en las Finales de la NBA. Tras muchos años luchando por alcanzar este momento, tienen el título a tiro de piedra. Parten como claros favoritos y confirman los augurios del mundo liderando la serie con un 2-0. Esta situación aparentemente favorable no hace más que engrandecer el posterior fracaso de los chicos de Cuban. Los Mavs acaban cayendo ante los Heat de Wade y O'Neal en una serie a 6 partidos.

Aquella fue la derrota de los cobardes. El planteamiento del entonces técnico de Dallas, Avery Johnson, y la abulia del astro germano y MVP de la temporada regular, Dirk Nowitzki, condenaron a los suyos a una estrepitosa caída. La final se les antojó una gesta desmedida. Tanto los aficionados como los medios acudieron raudos a dar la primera puntada a la etiqueta de perdedor al combinado blanquiazul. Una marca difícil de borrar.

Los meses de verano se sucedieron paulatinamente y los texanos ansiaban quitarse la espina. La siguiente temporada dió el pistoletazo de salida y los Mavericks cosecharon 67 triunfos esta vez, con la esperanza de lograr el título que un año antes se esfumó ante su atónita mirada. Partían como líderes por el Oeste, y el choque en la primera serie contra unos Warriors que se habían colado por la mínima en post-temporada no parecía suponer una dura prueba. Craso error.

Una marabunta de aficionados pertrechados con banderas y pancartas permitió que se obrara el milagro. Corrían por aquel entonces los días del «WE BELIEVE». Los de Dallas, más favoritos que nunca, volvían a casa con las manos vacías, cediendo ante el rival más débil y dejando de lado los focos sin hacer ruido. La etiqueta se convirtió en tatuaje.

La franquicia de Texas lo tenía difícil. Ya no era ni mucho menos el equipo de moda, y su pilar maestro, Dirk Nowtizki, no parecía el líder que le concedería a Mark Cuban su capricho en forma de anillo. Estos Mavs traían al imaginario colectivo reminiscencias de aquellos Kings de principios de siglo que quisieron y no pudieron. O tal vez pudieron y no quisieron.

Todo parecía perdido hasta comienzos de 2010. En este punto, desembarcan Butler, Haywood y Stevenson. Y de su mano, una racha de 11 victorias consecutivas. Los Mavs recuperan la confianza sólo para volver a chocar de bruces con la realidad. Caen nuevamente en post-temporada, esta vez ante los Spurs. Su historia es la crónica de un fracaso anunciado y el rótulo permanece indeleble. Hasta hoy.

Tras apear al vigente campeón de la lucha por la gloria, los medios comienzan a hablar de la resurreción Maverick y el alemán que los lidera no puede evitar volver a soñar con las mieles del triunfo. A día de hoy, los suyos se sitúan en una final de conferencia hipotéticamente favorable y las Finales vuelven a encontrarse a un paso. Tras ellas, el anillo. El mismo que les permitirá desmarcarse del tópico y arrancarse de una vez por todas la etiqueta.

Esa maldita etiqueta.


Un saludo.

domingo, 8 de mayo de 2011

Laker Pride

«Mr. Clutch.» «El orgullo de los Lakers.» «Zeke from Cabin Creek.» Mil y un diferentes apelativos para referirse a un solo hombre. El mismo cuya silueta, a día de hoy, conforma el logo de la NBA. Jerry West.

A lo largo de la historia de la competición, son pocos los escoltas que han combinado la incisiva letalidad en ataque con la férrea determinación en defensa de las que hacía gala una noche tras otra el de Virginia. Su sangre fría a la hora de decidir partidos le granjeó el respeto de muchos de sus rivales a lo largo y ancho del país, mientras que su afán por competir hasta el último segundo cada choque llevó a los Lakers a conseguir un abono vitalicio para las Finales de la mejor liga del mundo.

El arsenal que lucía el militante de los entonces Minneapolis Lakers era el de un anotador letal. No prodigaba unas capacidades físicas espectaculares, desde luego. Ese nunca fue su juego. Su despliegue de medios pasaba más bien por una acerada intensidad en cada jugada, acompañada de la constante búsqueda de la perfección. 

Su promedio de 30 puntos por partido durante la Regular Season concedió a los suyos el billete a la post-temporada en numerosas ocasiones. Una vez allí, nada ni nadie podía pararlo. Una defensa inamovible, una nariz rota, dolores musculares... West nunca se rindió. Este ímprobo esfuerzo se tradujo en seis apariciones en la Final, que, a su vez, no fructificaron en forma de anillo. Unos hegemónicos Celtics se encargaron de dinamitar sus sueños incansablamente, una y otra vez, hasta contar cinco. El sexto mazazo vino de la mano de los Knicks.

Con todo ello, en el séptimo choque de 1969 ante la gran C, Jerry jugó lesionado. Sus 42 puntos, 13 rebotes y 12 asistencias bien le valieron el MVP de las Finales, erigiéndose así como el primer jugador del equipo perdedor al que se le otorgaba tal galardón. Tras esta proeza, siguió combatiendo junto a los suyos, autoproclamándose líder —mediante actos, que no palabras— cuando una grave lesión de rodilla sobrevino a Wilt Chamberlain. Finalmente, numerosos achaques forzarían su retirada en 1974.

Sin embargo, West nunca cortó su vínculo con la única franquicia cuya camiseta vistió en sus años como profesional. Tras abandonar el parqué, comenzó para él una travesía fuera de la cancha, pero dentro de la organización. Primero, entrenador, más tarde, ojeador y finalmente, General Manager. El mismo que participó de manera activa en la fragua de la dinastía de los 80, encabezada por Magic, y más tarde devolvió la gloria a los suyos vistiendo de púrpura y oro al tándem Shaq-Kobe, cerrando así una trayectoria de casi cuarenta años batallando por y para su equipo.


Posiblemente me esté volviendo loco, pero creo que vamos a ganar esta serie».»

Palabras de Bryant tras la tercera derrota de los angelinos. 


El espíritu Laker sigue vivo. Ahora más que nunca. Con un 0-3 en contra destellando en el marcador. Los jugadores, el cuerpo técnico, los aficionados. Todos lo saben. No importa si les lleva o no al anillo. Saben que ha llegado el momento de sudar sangre y lágrimas. De no bajar los brazos. De apretar los dientes. De dejarse la piel en cada balón suelto. De pelear cada rebote hasta desfallecer.

Ha llegado el momento de seguir el ejemplo de Jerry.


Un saludo.

domingo, 1 de mayo de 2011

WE BELIEVE

Comienzos de mayo de 2011. La segunda ronda de los Playoffs da el pistoletazo de salida, y, a pesar de declararse como un devoto incondicional de los Suns, enamorado de la elegancia y la magia del incombustible Steve Nash, uno no puede evitar sentirse un poquito Grizzly en su fuero interno. 

Echemos la vista sobre lo acaecido un par de madrugadas atrás en el FedEx Forum. Poniendo los ojos en este pequeño pedazo de historia reciente, enfundarse la equipación de los de Memphis, aunque sólo sea de manera pasajera, resulta inevitable. Revisemos los antecedentes.

Temporada 2003-04

Memphis Grizzlies estrena aparición en post-temporada. Nunca antes el equipo había aguantado sobre el ring hasta estos compases. Sin embargo, aquí están. Años de esfuerzo y reajustes terminan germinando y dando por fruto el anhelado billete hacia los Playoffs. Con un Pau Gasol con todo por demostrar, bisoño, inexperto e imberbe, como adalid de esta particular cruzada, el modesto conjunto emprende la marcha sin demasiada convicción para acabar chocando contra un muro inamovible.

Sobredosis de realidad en forma de barrido —4-0— ante unos Spurs ya consolidados pero todavía jóvenes que terminarían por consumar una dinastía propia en la década del 2000. Llegar vivos hasta mediados de abril para ceder su plaza sin poder pelear ni tan siquiera un solo encuentro se antoja amargo trago.

Temporada 2010-11

Unos envejecidos San Antonio Spurs cierran una sorprendentemente brillante temporada regular, luciendo el mejor bagaje victorias/derrotas en el Oeste y alzándose con el primer puesto. El rival a batir no es otro que Memphis Grizzlies, un viejo conocido que se ha clasificado con el octavo puesto y, a priori, no debiera suponer origen de holgadas dificultades. En Texas respiran con alivio. El primer choque tiene lugar en AT&T Center. El favorito parte con la ventaja de campo que peleó con uñas y dientes durante el transcurso de la Regular Season. Los de Popovich son ajenos al milagro que en esos momentos se está fraguando frente a ellos.


El equipo que años atrás, liderado por el abanderado de nuestro baloncesto nacional, cayó ante el rival más fuerte, dejándolo incólume por completo, sin capaz de asestarle un único zarpazo en forma de victoria, se alza sobre su némesis. Esta vez, es otro de los Gasol el que, no como líder, pero sí como pieza clave, participa en la proeza. El hermano menor de aquel que desfalleció siete años atrás, el mediano de entre los de su estirpe, logra ver consumada su particular venganza y da el siguiente paso con firmeza. Los de Memphis escriben de su puño y letra su propio renglón en la historia como el tercer equipo que, en 64 años y desde un octavo puesto, consigue apear de la pugna por el título al primero de la promoción. Y el resto forma ya parte de la memoria colectiva de este deporte. Los Grizzlies nunca volverán a ser ninguneados.


Tal vez sea porque dejarse llevar por la épica que destila la victoria de David sobre Goliath conforme algo inherente al ser humano. 

Tal vez sea porque no deja de conmovernos que aquello que el hermano mayor no pudo acometer ayer, lo acometa el menor hoy. 

Llegando al terreno personal, tal vez sea porque aún me duele que hayan sido precisamente estos Spurs los que dejaron sin opciones de alcanzar el anillo a los Suns durante los últimos diez años. 

O tal vez todo gire en torno al hecho de que todos aquellos que llevamos teñida la sangre con los colores de nuestro equipo, alguna vez nos hayamos visto forzados a gritar hasta perder la voz una consigna que, situada lejos de efectismos, se muestra clara, firme y simple. WE BELIEVE.


Un saludo.

domingo, 24 de abril de 2011

Promesas que no valen nada

Finales del mes de abril de 2011. Como ya viene conformando una costumbre, a estas alturas nos hallamos sumidos en un frenesí descontrolado en el que se suceden los primeros choques de la post-temporada NBA. Y con ellos, un torrente de sensaciones se ve derramado por millones de aficionados a lo largo y ancho de todo el globo, en una u otra dirección. La gloria del anillo está en juego. Pero, siguiendo la costumbre de nadar contra la corriente, pongamos la vista en la otra cara de la moneda. Los conjuntos cuya existencia nadie recuerda.


Son catorce los equipos que cada año se ven relegados al ostracismo más oscuro una vez arrancan los Playoffs. Ya sea por el demérito propio o por la excelsa valía lucida por otros, las vacaciones se antojan tempranas para una abundante nómina de jugadores, que no podrán hacer otra cosa que sentarse a analizar su trayectoria durante los últimos meses y poner en entredicho el esfuerzo entregado a la causa en cuestión. Entretanto y por su parte, los directivos de estos combinados se encargarán de estudiar la situación y tomar las medidas precisas. Traspasos, fichajes, reajustes y, finalmente, nuestro objetivo último en el domingo presente, el draft.

Para los profanos, explicaremos que el sistema consiste, a grandes rasgos, en una lotería según la cual los equipos que hayan cosechado un peor bagaje durante la temporada actual poseen una mayor probabilidad de escoger en primer lugar a los nuevos talentos que ingresarán en la liga el año próximo —como en el patio del colegio, vaya, si se me permite un paralelismo poco acertado con el fin de facilitar la comprensión—. De esta manera, se busca encontrar el modo de mantener un equilibrio cíclico que regule la supremacía en el campeonato y evite que unos pocos se perpetúen en la élite mientras sobre otros cae la condena de vagar eternamente entre las posiciones bajas de la tabla.


Según este procedimiento, nos encontramos año tras año con que, por norma general, los mejores son escogidos los primeros y viceversa. Sin embargo, existen casos particulares, en los que una elección baja termina resultando albergar un talento sin límites —tapado—, mientras que otras jóvenes promesas que parecen destinadas a pasar a la historia acaban resultando un fiasco —bluff— . Hoy hablaremos de los segundos.

Desde un punto de vista histórico y relativamente reciente, podríamos establecer un podio con los fracasos más sonados. No sólo por lo poco que los elegidos en sí mismos aportaron a su equipo, si no también por aquellas otras leyendas que los directivos despreciaron en favor de los primeros. Vamos allá.

Golden Bluff Award: Sam Bowie

Segunda elección de primera ronda en el draft de 1984. El perfecto ejemplo de bluff. Por antonomasia. Sam Bowie fue seleccionado por detrás del mítico pívot Hakeem Olajuwon y por delante de un tal Michael Jordan. Probablemente os suene. Otros grandes como Sam Perkins o Charles Barkley también cayeron por detrás de tamaña promesa.

Para el imaginario colectivo queda ya lo que años después alegaban los Trailblazers en relación a esta hecatombe:

Clyde Drexler era nuestro propio Jordan. No le necesitábamos en absoluto.

Por supuesto. ¿Quién necesita al mejor jugador que jamás haya pisado un parqué? 

Silver Bluff Award: Michael Olowakandi

Primera elección de primera ronda en el draft de 1998. No llegó a promediar 9 puntos y 8 rebotes a lo largo de su carrera. Seis años antes de ser escogido para jugar en la NBA, comenzó su andadura en el mundo del balón de caucho. Promedió con la camiseta de la Universidad del Pacífico 22 puntos, 11 rebotes y 3 tapones por partido.

Cayeron por debajo de él nombres como Mike Bibby, con el número 2, Vince Carter, con el número 5 o el único europeo ganador de un MVP, Dirk Nowitzki, con el número 9.

Bronze Bluff Award: Kwame Brown

Primera elección de primera ronda en el draft de 2001. Menos de 9 puntos y 5 rebotes por partido avalan su presencia en el tercer puesto. Un honor cuestionable.

Tyson Chandler, Jason Richardson, Tony Parker, Joe Johnson, Richard Jefferson e incluso nuestro Pau Gasol son sólo algunos de los nombres que fueron echados a un lado en favor del pívot de Charleston.

A día de hoy, muchas otras caras nos vienen a la mente cuando hablamos de promesas incumplidas. Greg Oden, Darko Milicic o Hasheem Thabeet son sólo una insignificante muestra del repertorio de decepciones que se han sucedido temporada tras temporada a lo largo de la historia de la mejor liga del mundo.


No se trata de la primera vez, ni probablemente de la última, en la que recalamos en un determinado aspecto de este deporte que se refleja fielmente en la vida cotidiana de cada uno de nosotros. Cábalas, apuestas, promesas de todo género. Al fin y al cabo, lo que somos no es otra cosa que el resultado de una serie de intrincadas decisiones que tomamos según el tiempo avanza inexorable por delante de nuestros ojos. Analizar, sopesar, hacer balance y, finalmente, jugárselo todo a una carta. Cerrar los ojos, apretar los dientes y esperar. Eso es todo. El resto no corre de nuestra cuenta.


Un saludo.

domingo, 17 de abril de 2011

Peligro de extinción

De un tiempo a esta parte, el baloncesto muestra una tendencia constante hacia el difuminado en el perfil de sus jugadores. Los todoterreno ven cómo su cotización se dispara en detrimento de los especialistas en una determinada faceta. Por poner un ejemplo, los bases cuya mentalidad es la de dirigir el juego y encargarse de que todas las piezas funcionen correctamente, a costa de reducir su producción anotadora, son cada vez más escasos. Pero si existe una posición que realmente ha sido sometida a un sinfín de modificaciones a lo largo de la historia de este deporte, esa es la de center.

Patrick Ewing, Robert Parish o Hakeem Olajuwon. Representantes de peso de lo que a día de hoy constituye una especie protegida. Si levantamos la vista hacia el horizonte, se deja entrever una puesta del sol. La misma que supone el cierre de una época.

Actualmente, la liga cuenta con un número alarmantemente reducido de 5s puros y, de entre ellos, sólo tres pueden presumir de contar o haber contado con un equipo a su plena —o casi— disposición. 
  • Shaquille O'Neal: son varios los conjuntos ganadores que se han orquestado en torno a la figura del gran Aristóteles. Cuatro anillos conforman el resultado de estas variopintas asociaciones. En sus últimos años, a Shaq le queda poco que demostrarle al mundo.
  • Yao Ming: la muralla china se alzó durante años como una potencia indiscutible sobre la zona de muchos pabellones a lo largo y ancho de Estados Unidos. Su dominio se encontraba fuera de toda duda, hasta que la lacra de las lesiones se cebó con él. Los días de gloria se antojan lejanos.
  • Dwight Howard: el último superviviente. Howard constituye, a día de hoy, un bastión irreductible para la figura del pívot tradicional. Fuerte, físico, intimidador. Una bestia irrefrenable bajo los tableros que cuenta con un equipo a su disposición. El único que se encuentra en condiciones y posee la aptitudes necesarias para mantener vivo el legado de Shaq. El benjamín de una estirpe que lleva décadas rigiendo su imperio en la pintura con mano de hierro.
Son todos los que están, pero no están todos los que son, pues mención aparte merecen nombres como Andrew Bynum, Brook López, Marc Gasol o Kendrick Perkins, amén de algún otro. Por las venas de todos ellos corre sangre de center, pero ninguno —por el momento— representa la pieza central de un proyecto con aspiraciones inmediatas. La corriente sigue una sola dirección, y es la de convertir en pilar maestro a jugadores exteriores, en su mayor parte guards, y podemos inferir, mirando de reojo a la camada de bases emergida durante los últimos tiempos, que cabe esperar que la inclinación siga en boga durante años.


Los hombres altos ya no encuentran en David Robinson una referencia. Lo que van buscando es parecerse a Nowitzki o a Gasol. El cuerpo a cuerpo queda relegado a un segundo plano, eclipsado por la técnica, la clase y la elegancia en los movimientos. Y el que no posee las cualidades innatas indispensables para reciclarse, se convierte en especialista defensivo, al estilo de Marcus Camby o Tyson Chandler.



Todo en la vida se encuentra sujeto a continuas variaciones. El cambio es la única constante. El baloncesto no puede de ninguna manera suponer una excepción. Es por ello que a los nostálgicos sólo nos queda disfrutar de lo que queda. Antes de que sea demasiado tarde. La era del pívot toca a su fin.


Un saludo.

domingo, 10 de abril de 2011

El cariz de las cosas

Domingo 10 de abril. Tres son los partidos que median entre la temporada regular y los Playoffs. El mundo entero —el de la canasta, vaya— se abandona a la locura, sumergiéndose en mil pronósticos y quinielas. Desde aquí, procederemos a un liviano análisis sobre los equipos que, a primera vista, mantienen las opciones más firmes de cara a paladear las mieles del anillo. Sin más dilación: los favoritos.

Los Angeles Lakers

El vigente campeón conserva intactas sus opciones para alzarse con el campeonato. A pesar de los numerosos baches a los que ya nos vienen acostumbrando —en estos precisos momentos, encadenan 4 derrotas consecutivas— , originados en numerosas ocasiones más por la abulia y la falta de motivación que por la ausencia de talento, los angelinos poseen sólidos argumentos para defender lo que es suyo. 

Si bien es cierto que en el seno de la sociedad Bryant-Gasol  han surgido ciertas disensiones en los momentos en los que el viento no soplaba a su favor, la pareja sigue carburando a la perfección siempre que hay algo más en juego. Su liderato en el not so wild West sólo se ve denegado por la soberbia temporada que han cuajado unos Spurs que se muestran incombustibles año tras año. Desde aquí, no se me encoge la voz a la hora de sostener que parten como favoritos.

                                                                                      Chicago Bulls

Desde la retirada de un tal Michael Jordan, los Bulls han permanecido a la sombra durante años, cerrando temporadas un intento tras otro con más pena que gloria. Jalen Rose, Ben Wallace, Kirk Hinrich, Tyson Chandler... son mil y un nombres los que han pasado por la Ciudad del Viento llevando en la mente como meta última la de equiparar sus éxitos a los de el jugador más grande que jamás haya pisado una cancha de baloncesto. Como cabía esperar, los fracasos estrepitosos se sucedieron uno tras otro.

Ha sido esta temporada, con la denotación de una bomba que lleva por nombre Derrick Rose, cuando los Bulls realmente han levantado la cabeza y apretado los dientes. Este año, sí. La incorporación de Carlos Boozer y la consolidación de Noah como referencias interiores, la batería de tiradores que han pasado a engrosar sus filas y el nombramiento de Thibodeau como entrenador del conjunto de Chicago les han traído hasta donde están. Desafiando al actual campeón cara a cara.

Boston Celtics

El gigante jurásico. Los Celtics vienen de disputar 2 finales y ganar un anillo en los últimos 3 años. No suena como para tomarlos a la ligera. Y si retrotraemos al rearme llevado a cabo durante el pasado verano, amén de otros movimientos más recientes —también más cuestionables—, creer que los verdes no están preparados para un último asalto se antoja una quimera.

La gran C ha demostrado de lo que es capaz durante la temporada regular, luciendo al cierre un bagaje de 55 victorias por 24 derrotas y sitúandose en el segundo lugar por el Este. Este combinado de viejas glorias sabe bien que se trata de ahora o nunca.



                                                                                         San Antonio Spurs

Resulta imposible no tener en cuenta al conjunto texano cuando hablamos de candidatos, considerando que parten desde la primera posición en el Oeste. De un grupo en el que prima el concepto de «equipo» sobre el afán de protagonismo y los egos individuales y al que cuya filosofía ha llevado a conquistar 4 campeonatos durante los últimos 12 años, se puede esperar que aspire a todo. A pesar de ello, resulta a todas luces evidente que mantener el nivel mostrado hasta el momento no será sencillo. 

Las primaveras pasan y pesan sobre los hombros de los hombres. Y poco importa si tu apellido es Duncan o Ginóbili. Los años no perdonan, y no van a hacer una excepción con los chicos de Pops. Es por ello que, aun después de la brillante temporada que han cerrado, defiendo que el ritmo de los Spurs seguirá una tendencia negativa una vez quede clausurada la regular season.


Por el camino dejamos a otros cuyas aspiraciones, desde mi sesgado punto de mi vista, quedan separadas de las de los que aquí aparecen. Los Heat por descoordinación, los Mavericks por antecedentes, los Magic por descompensación... 

Sea como fuere, siempre me cabrá esperar que el tiempo o alguna que otra leyenda viviente me quiten la razón.


Un saludo.

domingo, 3 de abril de 2011

Lágrimas

Unas semanas atrás, la polémica volvía a cubrir con su manto a los Miami Heat, siempre en boca de todos. La derrota infligida por unos Bulls dirigidos por el efervescente Derrick Rose a comienzos del pasado mes detonó la bomba. 

Después del choque entre dos rivales directos de cara a unos cercanos Playoffs y la subsecuente caída del conjunto de Miami, las lágrimas brotan en el vestuario de los de Spoelstra. Literalmente. Perder el encuentro, a efectos prácticos, no supone apenas nada para los Heat. La clasificación para post-temporada en un puesto relativamente cómodo permanece como algo seguro y, como resulta obvio, no estamos hablando de una serie de Playoffs. Aún así, se oyen llantos en el locker room.

El entrenador reconoce ante los medios que varios de sus jugadores lloraron tras el partido mientras que el propio Chris Bosh deja traslucir su abatimiento en una rueda de prensa permitiendo escapar algún que otro sollozo. Entretanto, Dwayne Wade, en un velado afán por colocarse el cartel de mártir, dirige al público un elocuente: «El mundo ya tiene lo que quería. Los Miami Heat están perdiendo partidos.» Conmovedor.

El debate queda, pues, servido. Las declaraciones controvertidas se suceden. Los medios y los aficionados convierten internet en un hervidero en cuestión de horas. Múltiples celebridades del mundo NBA no se retrasan a la hora de seguir este ejemplo. Phil Jackson, Ron Artest, Kobe Bryant y Dwight Howard son sólo una mínima muestra del elenco de ilustres representantes de la mejor liga del mundo que se concedieron la licencia de dedicarle unas palabras a la trama en cuestión.

Pero centrémonos en la realidad, repasemos los hechos. Detrás del acuoso velo, se esconde una verdad demoledora. Miami no puede con la presión. Se deshace como un azucarillo en una taza de café hirviente. Demasiadas figuras se erigen como líderes mientras que muchas otras se limitan a desempeñar un papel puramente testimonial en la sombra. Y una vez cometido el desliz, los primeros se eximen a sí mismos de toda culpa mientras que los segundos se preguntan si tal vez podrían haber hecho algo por evitar el traspié. 

El liderazgo —hablamos de baloncesto, damas y caballeros— ha de repartirse entre unos pocos. En caso contrario, se diluye. Se pierde como lágrimas en la lluvia —ruego se me permita el paralelismo de obligada inclusión—  y termina desembocando en un desgobierno dirigido por demasiados adalides que se exoneran de la responsabilidad con la que, en un primer momento y con el viento a su favor, habían decidido cargar.

Un hombre puede llorar. 

Lágrimas de alegría, cuando te has convertido en el primer español en enfundarte un anillo NBA. Pau Gasol. 

Lágrimas de júbilo, cuando has alcanzado el cénit de tu carrera deportiva consiguiendo tu segundo three-peat. Michael Jordan. 

Lágrimas de rabia, cuando entregas tus mejores años a un proyecto y te comunican tu traspaso mientras celebras junto a tus compañeros la consecución de vuestro último título. Rick Mahorn. 

Lágrimas de humillación, cuando no eres capaz de liderar a tu equipo más allá de la primera ronda tras siete años intentándolo. Tracy McGrady


Un hombre puede llorar. Pero si vas a hacerlo, contén las lágrimas hasta el último cuarto. Espera exactamente hasta que suene la bocina.


Un saludo.


P.D. Este artículo apareció publicado como «Artículo del Mes» en el número 224 de la Revista Oficial NBA.

domingo, 27 de marzo de 2011

Con uñas y dientes

Chicago Bulls, Boston Celtics, Los Angeles Lakers, San Antonio Spurs... lo de siempre en boca de todos. Combinados fijos en la práctica totalidad de las quinielas, con una presencia en muchos casos ya asegurada en post-temporada.

New York Knicks, Phoenix Suns, Memphis Grizzlies, Indiana Pacers... la otra cada de la moneda. Equipos que, llegados a este punto de la temporada, han de pelear cada encuentro hasta desfallecer para conseguir el billete hacia los Playoffs, o bien para evitar que algún otro se lo quite del bolsillo en un descuido.

Se habla mucho de los primeros. Nosotros nadamos a contracorriente.

New York Knicks (7º equipo en el Este || 35-38)

El final del MeloDrama se saldó con un supuesto triunfo aplastante de los Knicks sobre todos los aspirantes y el desembarco de una auténtica tropa de jugadores de perfil medio en la plantilla de los Nuggets. Con el trío Billups-Melo-Amar'e los Knicks amenazaban con destrozar todas las previsiones en la Conferencia Este. Sobre el papel, a la inmensa mayoría le sonaba bien.

Unos pocos, a pesar de los fuegos artificiales, apuntábamos que los de la Gran Manzana, a pesar de haberse llevado el premio gordo, habían realizado un desembolso tal vez demasiado cuantioso. Vendiendo a todo tu banquillo para traer al Madison a estrella y media poblarás miles de portadas, pero no necesariamente ganarás anillos. Los Knicks han hecho una apuesta arriesgada, y no parece haberles salido bien. Al cierre, concatenan 6 derrotas consecutivas, y su juego de bloque ha quedado disuelto entre dos jugadores que parecen solaparse —Melo y STAT—. No seré yo quien albergue dudas sobre lo que los Knicks serán capaces de hacer el año próximo, pero son pocos los que se aventurar a augurarles un anillo en 2012.

Impresiones: la clasificación para PO por la mínima le sabrá a poco al aficionado Knickerbocker medio. La locura desatada en los despachos del Madison buscaba algo más.


Indiana Pacers (8º equipo en el Este || 32-42)

Desde que Reggie Miller anunciase su retirada, los Pacers son el equipo sin estrellas por excelencia. Danny Granger es un jugador de calidad indudable, pero no parece poseer ni el carisma ni la capacidad de liderazgo para colgarse los galones de jugador franquicia en un proyecto con aspiraciones sensatas. Los de Indiana necesitan algo más.

Entretanto, contando únicamente una plantilla sin demasiado brillo ni ornamentos, se colocan en posición de Playoffs, si bien es cierto que el Este no se caracteriza por un sobresaliente nivel competitivo. Sea como fuere, no son muchos los capaces de conseguir tanto teniendo tan poco.

Impresiones: los Bobcats vienen de encontrarse con su juego, tras la desolador partida de Gerald Wallace, mientras que los Pacers muestran dudas en los momentos decisivos. Peligra el billete a la post-temporada.


Memphis Grizzlies (8º equipo en el Oeste || 40-33)

Comparando récords entre Grizzlies y Pacers, resulta ostensible la diferencia entre el nivel de una y otra conferencia. Dicho esto, los primeros están completando una temporada digna de elogio. Si bien en un principio, mostraban un bloque más sólido que el de años anteriores, lo cual constituía indicio para un previsible repunte, el salto de calidad que han experimentado como conjunto ha sido notable. Y todo ello, a pesar de su mánager, Michael Heisley, que además de suponer una rémora para la franquicia, carece absolutamente de criterio, al menos en lo que a BA-LON-CES-TO se refiere.

Aplacando el hambre de los egos individuales y alimentando el espíritu de equipo, los Grizzlies vuelven a puestos de Playoffs. ¿Conseguirán mantener el tono durante la recta final?

Impresiones: en Memphis no hay nada seguro. Los Rockets vienen de encadenar una serie de buenos partidos, con un Kyle Lowry jugando a un nivel estratosférico y Phoenix ya mostró el pasado año su capacidad para obrar milagros de la mano de un Nash que sigue destilando una clase inconmensurable. Ojo. Mucho ojo.


Houston Rockets (9º equipo en el Oeste || 38-34)

La salida de Aaron Brooks de los Rockets no terminaba de parecer un buen negocio. Un base solvente y más o menos regular a cambio de uno más brillante pero menos aplicado. ¿El resultado? Kyle Lowry explota mientras Dragic cumple a la perfección con el papel de base en la sombra. Las victorias se suceden una tras otra para los de Houston y de pronto ven recuperadas sus aspiraciones a los PO, Memphis, Phoenix y New Orleans mediante.

A pesar de la pérdida —posiblemente definitiva— del gigante chino, los Rockets dan síntomas de recuperación, y miran al futuro con renovadas esperanzas. Desde los despachos, han congregado una camada de jóvenes promesas que comienzan a entenderse, desarrollan juntos su juego y prometen conformar un relevo más que fiable a los tiempos de Tracy McGrady y Yao Ming.

Impresiones: estos Rockets están demostrando que la clasificación no es una quimera. Si siguen apretando los dientes y no bajan los brazos, podrían dar alcance fácilmente a su competidor más cercano, los de Memphis, aunque no conviene vender la piel del Grizzly antes de haberlo cazado. Por otra parte, si fallan en esta empresa, siempre pueden intentar aprovechar la lesión de David West en detrimento de los New Orleans.


Quedan en el tintero nombres de franquicias como Phoenix Suns, Utah Jazz o Charlotte Bobcats, pero desde las limitaciones que impone la necesidad de elegir antes de analizar, considero haber escogido de manera más o menos acertada. El resto lo ponen ustedes. Es tiempo de quinielas, damas y caballeros.


Un saludo.