domingo, 5 de junio de 2011

Adiós

Durante la primavera de 1985, Dale Brown, técnico de Lousiana State, tuvo a bien el concederse un descanso en su extenuante labor de recruit. Brown era uno de esos tipos que, más que trabajar para vivir, viven para trabajar. Todo por y para el BA-LON-CES-TO.

El entrenador viajó a la base alemana de Wildflecken por cortesía del Departamento de Estado. Allí, el ejército americano aglutinaba 80.000 unidades en la frontera con la RDA, principal reducto comunista en lo más profundo de Europa. El objetivo: impartir un clinic que aunase espectáculo y motivación.

Fue allí, tras concluir un discurso, donde un muchacho negro, de maneras educadas y pulcramente vestido, asaltó al coach. Se alzaba cerca de dos metros sobre el suelo y superaba sobradamente los 100 kilos.

- Entrenador, no quiero molestarle pero, ¿podría pedirle unos minutos?
- Dispara, chico.
- Verá, me canso con facilidad y, a pesar de mi tamaño, tengo dificultades para machacar el aro.
- ¿Cuánto tiempo llevas en el servicio, soldado?
- Tengo 13 años, señor.
- ¿Y qué haces aquí, hijo?
- Mi padre es el sargento Philip Harrison. Me llamo Shaquille O'Neal.

Brown se mostró desesperado por ponerse en contacto con el padre del chico. Estaba dispuesto a todo con tal de concertar una cita con él. Sin embargo, los acontecimientos no transcurrieron como cabía esperar por parte del técnico.

- Verá, señor Brown. Todo esto del baloncesto está muy bien, pero ya es hora de que la población negra piense en otras cosas. Alcanzar mi posición, convertirse en directores y presidentes de compañías o incluso ser entrenadores, como usted, y no asistentes.
- No le falta a usted razón. En cualquier caso, acepte mi tarjeta, por favor.

Semanas más tarde, llegaba una carta al domicilio del entrenador. Se trataba de aquel chico. Quería agradecerle su ayuda, y lamentaba haber sido cortado por el equipo del instituto debido a su torpeza. 

- Nunca podrás jugar a esto.

En ese momento, Brown decidió ponerse manos a la obra. Respondió al chico enviándole un poema de motivación y comenzó a seguir sus pasos mucho más de cerca. La familia se trasladó a San Antonio, y el joven ingresó en un nuevo instituto. Sin embargo, tan marcado quedó por el rechazo, las acusaciones de torpeza y su tartamudez que, cuando finalmente quedó bajo las órdenes de Brown, le suplicó que no contase con él para los sistemas de ataque.


 - Chris y Stanley están para eso, señor. Yo me encargaré de taponar y ayudar en defensa.

El entrenador respondió ante estas palabras redoblando la carga de trabajo del chico. Entrenaría hasta perder el aliento y el miedo. Y así fue.

El sargento Harrison puede echar la vista atrás y sentirse orgulloso. Su chico consiguió graduarse.

Por si eso fuera poco, años después se retiraría tras haberse consolidado como en el mejor y más dominante pívot de su época. A día de hoy, algunos lamentamos su marcha.


Dejas atrás 19 años de reinado en la pintura. 4 anillos, 1 MVP y miles de momentos que jamás podremos olvidar, tanto sobre el parqué como lejos de él. Has cumplido de manera sobresaliente con tu papel, el legado de Wilt y Kareem ha pasado dignamente por tus manos. Ahora te ves forzado a pasarle el testigo a otros que difícilmente llegarán a ser la sombra de lo que tú has sido.

Te echaremos de menos, grandullón.


Un saludo.

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