domingo, 24 de abril de 2011

Promesas que no valen nada

Finales del mes de abril de 2011. Como ya viene conformando una costumbre, a estas alturas nos hallamos sumidos en un frenesí descontrolado en el que se suceden los primeros choques de la post-temporada NBA. Y con ellos, un torrente de sensaciones se ve derramado por millones de aficionados a lo largo y ancho de todo el globo, en una u otra dirección. La gloria del anillo está en juego. Pero, siguiendo la costumbre de nadar contra la corriente, pongamos la vista en la otra cara de la moneda. Los conjuntos cuya existencia nadie recuerda.


Son catorce los equipos que cada año se ven relegados al ostracismo más oscuro una vez arrancan los Playoffs. Ya sea por el demérito propio o por la excelsa valía lucida por otros, las vacaciones se antojan tempranas para una abundante nómina de jugadores, que no podrán hacer otra cosa que sentarse a analizar su trayectoria durante los últimos meses y poner en entredicho el esfuerzo entregado a la causa en cuestión. Entretanto y por su parte, los directivos de estos combinados se encargarán de estudiar la situación y tomar las medidas precisas. Traspasos, fichajes, reajustes y, finalmente, nuestro objetivo último en el domingo presente, el draft.

Para los profanos, explicaremos que el sistema consiste, a grandes rasgos, en una lotería según la cual los equipos que hayan cosechado un peor bagaje durante la temporada actual poseen una mayor probabilidad de escoger en primer lugar a los nuevos talentos que ingresarán en la liga el año próximo —como en el patio del colegio, vaya, si se me permite un paralelismo poco acertado con el fin de facilitar la comprensión—. De esta manera, se busca encontrar el modo de mantener un equilibrio cíclico que regule la supremacía en el campeonato y evite que unos pocos se perpetúen en la élite mientras sobre otros cae la condena de vagar eternamente entre las posiciones bajas de la tabla.


Según este procedimiento, nos encontramos año tras año con que, por norma general, los mejores son escogidos los primeros y viceversa. Sin embargo, existen casos particulares, en los que una elección baja termina resultando albergar un talento sin límites —tapado—, mientras que otras jóvenes promesas que parecen destinadas a pasar a la historia acaban resultando un fiasco —bluff— . Hoy hablaremos de los segundos.

Desde un punto de vista histórico y relativamente reciente, podríamos establecer un podio con los fracasos más sonados. No sólo por lo poco que los elegidos en sí mismos aportaron a su equipo, si no también por aquellas otras leyendas que los directivos despreciaron en favor de los primeros. Vamos allá.

Golden Bluff Award: Sam Bowie

Segunda elección de primera ronda en el draft de 1984. El perfecto ejemplo de bluff. Por antonomasia. Sam Bowie fue seleccionado por detrás del mítico pívot Hakeem Olajuwon y por delante de un tal Michael Jordan. Probablemente os suene. Otros grandes como Sam Perkins o Charles Barkley también cayeron por detrás de tamaña promesa.

Para el imaginario colectivo queda ya lo que años después alegaban los Trailblazers en relación a esta hecatombe:

Clyde Drexler era nuestro propio Jordan. No le necesitábamos en absoluto.

Por supuesto. ¿Quién necesita al mejor jugador que jamás haya pisado un parqué? 

Silver Bluff Award: Michael Olowakandi

Primera elección de primera ronda en el draft de 1998. No llegó a promediar 9 puntos y 8 rebotes a lo largo de su carrera. Seis años antes de ser escogido para jugar en la NBA, comenzó su andadura en el mundo del balón de caucho. Promedió con la camiseta de la Universidad del Pacífico 22 puntos, 11 rebotes y 3 tapones por partido.

Cayeron por debajo de él nombres como Mike Bibby, con el número 2, Vince Carter, con el número 5 o el único europeo ganador de un MVP, Dirk Nowitzki, con el número 9.

Bronze Bluff Award: Kwame Brown

Primera elección de primera ronda en el draft de 2001. Menos de 9 puntos y 5 rebotes por partido avalan su presencia en el tercer puesto. Un honor cuestionable.

Tyson Chandler, Jason Richardson, Tony Parker, Joe Johnson, Richard Jefferson e incluso nuestro Pau Gasol son sólo algunos de los nombres que fueron echados a un lado en favor del pívot de Charleston.

A día de hoy, muchas otras caras nos vienen a la mente cuando hablamos de promesas incumplidas. Greg Oden, Darko Milicic o Hasheem Thabeet son sólo una insignificante muestra del repertorio de decepciones que se han sucedido temporada tras temporada a lo largo de la historia de la mejor liga del mundo.


No se trata de la primera vez, ni probablemente de la última, en la que recalamos en un determinado aspecto de este deporte que se refleja fielmente en la vida cotidiana de cada uno de nosotros. Cábalas, apuestas, promesas de todo género. Al fin y al cabo, lo que somos no es otra cosa que el resultado de una serie de intrincadas decisiones que tomamos según el tiempo avanza inexorable por delante de nuestros ojos. Analizar, sopesar, hacer balance y, finalmente, jugárselo todo a una carta. Cerrar los ojos, apretar los dientes y esperar. Eso es todo. El resto no corre de nuestra cuenta.


Un saludo.

domingo, 17 de abril de 2011

Peligro de extinción

De un tiempo a esta parte, el baloncesto muestra una tendencia constante hacia el difuminado en el perfil de sus jugadores. Los todoterreno ven cómo su cotización se dispara en detrimento de los especialistas en una determinada faceta. Por poner un ejemplo, los bases cuya mentalidad es la de dirigir el juego y encargarse de que todas las piezas funcionen correctamente, a costa de reducir su producción anotadora, son cada vez más escasos. Pero si existe una posición que realmente ha sido sometida a un sinfín de modificaciones a lo largo de la historia de este deporte, esa es la de center.

Patrick Ewing, Robert Parish o Hakeem Olajuwon. Representantes de peso de lo que a día de hoy constituye una especie protegida. Si levantamos la vista hacia el horizonte, se deja entrever una puesta del sol. La misma que supone el cierre de una época.

Actualmente, la liga cuenta con un número alarmantemente reducido de 5s puros y, de entre ellos, sólo tres pueden presumir de contar o haber contado con un equipo a su plena —o casi— disposición. 
  • Shaquille O'Neal: son varios los conjuntos ganadores que se han orquestado en torno a la figura del gran Aristóteles. Cuatro anillos conforman el resultado de estas variopintas asociaciones. En sus últimos años, a Shaq le queda poco que demostrarle al mundo.
  • Yao Ming: la muralla china se alzó durante años como una potencia indiscutible sobre la zona de muchos pabellones a lo largo y ancho de Estados Unidos. Su dominio se encontraba fuera de toda duda, hasta que la lacra de las lesiones se cebó con él. Los días de gloria se antojan lejanos.
  • Dwight Howard: el último superviviente. Howard constituye, a día de hoy, un bastión irreductible para la figura del pívot tradicional. Fuerte, físico, intimidador. Una bestia irrefrenable bajo los tableros que cuenta con un equipo a su disposición. El único que se encuentra en condiciones y posee la aptitudes necesarias para mantener vivo el legado de Shaq. El benjamín de una estirpe que lleva décadas rigiendo su imperio en la pintura con mano de hierro.
Son todos los que están, pero no están todos los que son, pues mención aparte merecen nombres como Andrew Bynum, Brook López, Marc Gasol o Kendrick Perkins, amén de algún otro. Por las venas de todos ellos corre sangre de center, pero ninguno —por el momento— representa la pieza central de un proyecto con aspiraciones inmediatas. La corriente sigue una sola dirección, y es la de convertir en pilar maestro a jugadores exteriores, en su mayor parte guards, y podemos inferir, mirando de reojo a la camada de bases emergida durante los últimos tiempos, que cabe esperar que la inclinación siga en boga durante años.


Los hombres altos ya no encuentran en David Robinson una referencia. Lo que van buscando es parecerse a Nowitzki o a Gasol. El cuerpo a cuerpo queda relegado a un segundo plano, eclipsado por la técnica, la clase y la elegancia en los movimientos. Y el que no posee las cualidades innatas indispensables para reciclarse, se convierte en especialista defensivo, al estilo de Marcus Camby o Tyson Chandler.



Todo en la vida se encuentra sujeto a continuas variaciones. El cambio es la única constante. El baloncesto no puede de ninguna manera suponer una excepción. Es por ello que a los nostálgicos sólo nos queda disfrutar de lo que queda. Antes de que sea demasiado tarde. La era del pívot toca a su fin.


Un saludo.

domingo, 10 de abril de 2011

El cariz de las cosas

Domingo 10 de abril. Tres son los partidos que median entre la temporada regular y los Playoffs. El mundo entero —el de la canasta, vaya— se abandona a la locura, sumergiéndose en mil pronósticos y quinielas. Desde aquí, procederemos a un liviano análisis sobre los equipos que, a primera vista, mantienen las opciones más firmes de cara a paladear las mieles del anillo. Sin más dilación: los favoritos.

Los Angeles Lakers

El vigente campeón conserva intactas sus opciones para alzarse con el campeonato. A pesar de los numerosos baches a los que ya nos vienen acostumbrando —en estos precisos momentos, encadenan 4 derrotas consecutivas— , originados en numerosas ocasiones más por la abulia y la falta de motivación que por la ausencia de talento, los angelinos poseen sólidos argumentos para defender lo que es suyo. 

Si bien es cierto que en el seno de la sociedad Bryant-Gasol  han surgido ciertas disensiones en los momentos en los que el viento no soplaba a su favor, la pareja sigue carburando a la perfección siempre que hay algo más en juego. Su liderato en el not so wild West sólo se ve denegado por la soberbia temporada que han cuajado unos Spurs que se muestran incombustibles año tras año. Desde aquí, no se me encoge la voz a la hora de sostener que parten como favoritos.

                                                                                      Chicago Bulls

Desde la retirada de un tal Michael Jordan, los Bulls han permanecido a la sombra durante años, cerrando temporadas un intento tras otro con más pena que gloria. Jalen Rose, Ben Wallace, Kirk Hinrich, Tyson Chandler... son mil y un nombres los que han pasado por la Ciudad del Viento llevando en la mente como meta última la de equiparar sus éxitos a los de el jugador más grande que jamás haya pisado una cancha de baloncesto. Como cabía esperar, los fracasos estrepitosos se sucedieron uno tras otro.

Ha sido esta temporada, con la denotación de una bomba que lleva por nombre Derrick Rose, cuando los Bulls realmente han levantado la cabeza y apretado los dientes. Este año, sí. La incorporación de Carlos Boozer y la consolidación de Noah como referencias interiores, la batería de tiradores que han pasado a engrosar sus filas y el nombramiento de Thibodeau como entrenador del conjunto de Chicago les han traído hasta donde están. Desafiando al actual campeón cara a cara.

Boston Celtics

El gigante jurásico. Los Celtics vienen de disputar 2 finales y ganar un anillo en los últimos 3 años. No suena como para tomarlos a la ligera. Y si retrotraemos al rearme llevado a cabo durante el pasado verano, amén de otros movimientos más recientes —también más cuestionables—, creer que los verdes no están preparados para un último asalto se antoja una quimera.

La gran C ha demostrado de lo que es capaz durante la temporada regular, luciendo al cierre un bagaje de 55 victorias por 24 derrotas y sitúandose en el segundo lugar por el Este. Este combinado de viejas glorias sabe bien que se trata de ahora o nunca.



                                                                                         San Antonio Spurs

Resulta imposible no tener en cuenta al conjunto texano cuando hablamos de candidatos, considerando que parten desde la primera posición en el Oeste. De un grupo en el que prima el concepto de «equipo» sobre el afán de protagonismo y los egos individuales y al que cuya filosofía ha llevado a conquistar 4 campeonatos durante los últimos 12 años, se puede esperar que aspire a todo. A pesar de ello, resulta a todas luces evidente que mantener el nivel mostrado hasta el momento no será sencillo. 

Las primaveras pasan y pesan sobre los hombros de los hombres. Y poco importa si tu apellido es Duncan o Ginóbili. Los años no perdonan, y no van a hacer una excepción con los chicos de Pops. Es por ello que, aun después de la brillante temporada que han cerrado, defiendo que el ritmo de los Spurs seguirá una tendencia negativa una vez quede clausurada la regular season.


Por el camino dejamos a otros cuyas aspiraciones, desde mi sesgado punto de mi vista, quedan separadas de las de los que aquí aparecen. Los Heat por descoordinación, los Mavericks por antecedentes, los Magic por descompensación... 

Sea como fuere, siempre me cabrá esperar que el tiempo o alguna que otra leyenda viviente me quiten la razón.


Un saludo.

domingo, 3 de abril de 2011

Lágrimas

Unas semanas atrás, la polémica volvía a cubrir con su manto a los Miami Heat, siempre en boca de todos. La derrota infligida por unos Bulls dirigidos por el efervescente Derrick Rose a comienzos del pasado mes detonó la bomba. 

Después del choque entre dos rivales directos de cara a unos cercanos Playoffs y la subsecuente caída del conjunto de Miami, las lágrimas brotan en el vestuario de los de Spoelstra. Literalmente. Perder el encuentro, a efectos prácticos, no supone apenas nada para los Heat. La clasificación para post-temporada en un puesto relativamente cómodo permanece como algo seguro y, como resulta obvio, no estamos hablando de una serie de Playoffs. Aún así, se oyen llantos en el locker room.

El entrenador reconoce ante los medios que varios de sus jugadores lloraron tras el partido mientras que el propio Chris Bosh deja traslucir su abatimiento en una rueda de prensa permitiendo escapar algún que otro sollozo. Entretanto, Dwayne Wade, en un velado afán por colocarse el cartel de mártir, dirige al público un elocuente: «El mundo ya tiene lo que quería. Los Miami Heat están perdiendo partidos.» Conmovedor.

El debate queda, pues, servido. Las declaraciones controvertidas se suceden. Los medios y los aficionados convierten internet en un hervidero en cuestión de horas. Múltiples celebridades del mundo NBA no se retrasan a la hora de seguir este ejemplo. Phil Jackson, Ron Artest, Kobe Bryant y Dwight Howard son sólo una mínima muestra del elenco de ilustres representantes de la mejor liga del mundo que se concedieron la licencia de dedicarle unas palabras a la trama en cuestión.

Pero centrémonos en la realidad, repasemos los hechos. Detrás del acuoso velo, se esconde una verdad demoledora. Miami no puede con la presión. Se deshace como un azucarillo en una taza de café hirviente. Demasiadas figuras se erigen como líderes mientras que muchas otras se limitan a desempeñar un papel puramente testimonial en la sombra. Y una vez cometido el desliz, los primeros se eximen a sí mismos de toda culpa mientras que los segundos se preguntan si tal vez podrían haber hecho algo por evitar el traspié. 

El liderazgo —hablamos de baloncesto, damas y caballeros— ha de repartirse entre unos pocos. En caso contrario, se diluye. Se pierde como lágrimas en la lluvia —ruego se me permita el paralelismo de obligada inclusión—  y termina desembocando en un desgobierno dirigido por demasiados adalides que se exoneran de la responsabilidad con la que, en un primer momento y con el viento a su favor, habían decidido cargar.

Un hombre puede llorar. 

Lágrimas de alegría, cuando te has convertido en el primer español en enfundarte un anillo NBA. Pau Gasol. 

Lágrimas de júbilo, cuando has alcanzado el cénit de tu carrera deportiva consiguiendo tu segundo three-peat. Michael Jordan. 

Lágrimas de rabia, cuando entregas tus mejores años a un proyecto y te comunican tu traspaso mientras celebras junto a tus compañeros la consecución de vuestro último título. Rick Mahorn. 

Lágrimas de humillación, cuando no eres capaz de liderar a tu equipo más allá de la primera ronda tras siete años intentándolo. Tracy McGrady


Un hombre puede llorar. Pero si vas a hacerlo, contén las lágrimas hasta el último cuarto. Espera exactamente hasta que suene la bocina.


Un saludo.


P.D. Este artículo apareció publicado como «Artículo del Mes» en el número 224 de la Revista Oficial NBA.