lunes, 27 de febrero de 2012

All-Star Orlando 2012

Aquí nos hallamos, un día después.

Si bien el pasado año la cita de las estrellas a muchos nos dejó un regusto agridulce en el paladar, en esta ocasión la balanza se inclina favorable y contundentemente hacia uno de los dos lados. A excepción del partido del domingo, el All-Star de Orlando ha resultado un completo fiasco. Pero si vamos a hacer sangre, empecemos por el principio.

Friday

Como es por todos conocido, este año el formato del tradicional Rookie Challenge no era el habitual. En lugar de encontrarnos con el típico Rookies vs. Sophomores, ambos colectivos de jugadores fueron entremezclados para después proceder a realizar un draft, donde Shaquille O'Neal y Charles Barkley escogían al equipo que los representaría sobre el parqué. De tal suerte que nos encontramos con un cóctel de jugadores primerizos jugando entre sí sin un criterio de selección demasiado nítido.

El encuentro del viernes siempre ha llevado por nombre el de Rookie Challenge por una simple razón. La idea es comprobar si los novatos son capaces de pasar por encima de otros jugadores igualmente jóvenes, pero con un año de rodaje a sus espaldas. La tónica es la primacía de los segundos sobre los primeros, y la gracia radica en apoyar a éstos últimos. Sin embargo, con la excusa de que los equipos quedarían desequilibrados —muchos exteriores por parte de los novatos— se ha optado por poner el parche recurriendo a Shaq y Sir Charles.

En un primer momento, la idea, a falta de alternativas mejores, no parece mala. Dos de los personajes más mediáticos dentro del mundillo NBA salvan los muebles protagonizando lo que, como hecho aislado y excepcional, podría suponer una novedad  atractiva. Sin embargo, más allá de la constitución de los equipos, ni uno ni otro gozaron de demasiado protagonismo en el encuentro, malgastando así la oportunidad de dejar alguna que otra anécdota memorable para la posteridad. Cabe esperar que, como se viene afirmando, el parche sea provisional y en próximas citas recuperemos nuestro consabido Rookie Challenge.

Moviéndonos en el terreno puramente deportivo tenemos, por una parte, la exhibición de Kyrie Irving, que por unos momentos logró ver una piscina donde realmente había un aro. En un alarde de soberbia anotadora, convirtió 34 cartones, encajando 8 de 8 en triples. Ricky Rubio, si bien no brilló con luz propia, se mostró fiable en todo momento y ayudó a que otros sí lo hicieran adornándose de mil maneras en un festival de mates y alley oops. No fue el caso de Blake Griffin, que no acaparó demasiados focos más allá de un par de jugadas que podríamos calificar más propias de un animal que de un hombre. Muy en su línea, pero reservando fuerzas para la cita verdaderamente importante.

Saturday

De los concursos de tiro y habilidades poco se puede decir. Nueva York se alzó con la victoria en el primero, mientras que Tony Parker se proclamó campeón del segundo. Meros trámites.

En el concurso de triples, contamos con una batería de actuaciones notables por parte de Durant, Jones y el a la postre campeón, Kevin Love. Si bien no nos encontramos ante puntuaciones catastróficas como las del pasado año, volvimos a paladear ese regusto amargo de la nostalgia que nos retrotrae a los tiempos de Larry Legend y Craig Hodges. Pero estas acres reminiscencias son apenas nada en comparación a lo que el espectador tuvo que digerir después.

La tragedia venía fraguándose desde años atrás, pero ni en los más pesimistas cabía esperar semejante exhibición de mediocridad. Chase Budinger, Derrick Williams, Paul George y Jeremy Evans, el flamante campeón. Estos son los nombres de los que perpetraron la barbarie. No repasaremos uno por uno los mates que compusieron la sarta de despropósitos. Armándonos de generosidad, podríamos rescatar de la pira tres o cuatro. El resto desfilaron con más pena que gloria entre una camiseta de Karl Malone inexplicable, un cartero que sobrepasaría con poco el metro y medio de estatura, una moto completamente fuera de lugar, el mate menos entusiasta de la historia del concurso —cámara incluida, los fetiches no nos falten—, una clavada que pretendieron vender como a ciegas... sólo se echó de menos a Darrell Armstrong para hacer una bandeja como allá por el 96 y ponerle el broche de oro a toda una serie de esperpentos que esperemos discurran sin hacer demasiado ruido por el sumidero de la historia. 

Sunday

Y para ponerle límite a tanta mediocridad, el plato principal. El partido de las estrellas.

Como ya ocurrió un año atrás, el partido discurrió regido por un acuerdo tácito no escrito según el cual aquello de defender no había de ser tomado demasiado en serio. La situación devino en un dominio, si no abrumador, sí bastante sólido por parte del Oeste. En un primer momento pudimos observar destellos de esa rivalidad Kobe-LeBron que la liga muestra tanto interés por vendernos, que terminó dando paso a providenciales clases de elegancia protagonizadas por Westbrook y Love, y fulgurantes estallidos de espectáculo por cortesía del sedicente King. 

Desde este punto, la verdadera rivalidad salió a flote, y, una vez igualado, el choque se convirtió en una pugna directa entre Durant y LeBron por el partido y algún que otro galardón individual. El espigado alero de los Thunder se enfundó por momentos ese disfraz de Jordan que guarda para las ocasiones especiales y le permite anotar de cualquier manera con 3 defensores cubriendo su tiro, si es menester. Fue de esta manera como la clase, como ya hizo un año atrás manifestándose en la persona de Kobe Bryant, volvió a prevalecer sobre la explosividad física. El Oeste se impuso  y Durant se coronó MVP.


La NBA consigue nuevamente vender su baloncesto camuflado de espectáculo —¿o era al revés?— a una buena parte del globo, pero a la par plantea serias dudas en torno a formato, organización y misma estructura del evento per se

Pongamos la mente en Houston y recémosle al 23.

domingo, 26 de febrero de 2012

Mañana, más y mejor. Otra vez.


Como hice un año atrás, y con motivo del All-Star Weekend, me expido la licencia pertinente para postponer la publicación de hoy a mañana, con el fin de comentar la cita de la estrellas una vez servido el plato principal.

No tiene cabida hacer otra cosa, máxime teniendo en cuenta lo parco de los entrantes.

Nos vemos mañana. Sobre el parqué. A estas horas.

Un saludo.

domingo, 19 de febrero de 2012

Cerrado por derribo

Nunca he pretendido construir una obligación para conmigo mismo ni para con nadie alrededor de esto. Lo que uno escribe ha de venir de dentro. De la cabeza o del corazón, tanto da. 

Por esta, y por muchas y diversas otras razones, este domingo nos saltamos la publicación.

No contemplo el convertir esto en una tónica. Ni muchísimo menos. El próximo fin de semana tenemos All-Star y a la guinda invito yo.

Un saludo y enhorabuena al Real Madrid por la Copa.

domingo, 12 de febrero de 2012

Los que son y los que están

A escasos veinte días del fin de semana de las estrellas, se hacen públicos los banquillos escogidos por los técnicos para defender Este y Oeste. Llegados a este punto, periodistas y aficionados se apresuran a emitir juicio y dictar sentencia sobre el acierto o el yerro de llevar a tal o cual jugador a la cita en cuestión. Desde nuestro rincón, nos expedimos la licencia de hacer lo propio. No hablaremos de titulares, pues, atinados o no, los designios de la masa son incuestionables. Comencemos.

Los que están

Dirk Nowitzki

La presencia del '4' teutón en el All-Star ha sido objeto de crítica desde el momento en que vio la luz la decisión de llevarlo. El nivel mostrado hasta el día de hoy no parece ni tan siquiera el suficiente como para que el germano se considere a sí mismo merecedor de este reconocimiento, como hizo saber recientemente ante los medios. Sin embargo, veteranía, liderazgo y una impecable trayectoria aderezada con un anillo la pasada temporada, parecen credenciales suficientemente válidas como para verse traducidas en el billete a Orlando. Si bien existen ala-pívots a un nivel superior en el Oeste, tomando en cuenta todo lo anterior, su presencia no puede tacharse de flagrante, como ha podido leerse en diversos rincones de la red. Los actuales campeones no podían quedar sin representación en esta cita.

Steve Nash

Un caso similar al citado líneas arriba. A nadie le quedan dudas de que el base canadiense ya ha vivido sus mejores años y está lejos de ser un MVP. Ronda los 15 puntos por encuentro, cifra modesta si la contraponemos a la de otros jugadores exteriores del Oeste. Sin embargo, con 38 inviernos a sus espaldas, el base de los de Arizona sigue asentado en el trono de máximo asistente en la mejor liga del mundo, superando las 10 asistencias por partido. Como guinda de este pastel de cifras, un acierto en el tiro de campo del 56%. Los números, unidos a esa facilidad innata que posee para involucrarse en el show y al hecho de que, probablemente, sea su último partido de las estrellas, dejan claro, a mi entender, que su presencia es más que merecida.

Luol Deng

Alejándome de mi sentir habitual, considero que el All-Star constituye una rara y exclusiva excepción en el que los logros individuales y la capacidad de ofrecer espectáculo al espectador deben primar sobre lo conseguido por el equipo de uno. En este particular, nos encontramos ante un buen jugador, que no una estrella. Sus avales; 15 puntos, 7 rebotes y formar parte de un equipo puntero y prometedor en el Este como lo son los Chicago Bulls. 

Roy Hibbert

Llegamos a la más agria de las presencias. Un pívot que promedia 13 puntos y algo menos de 10 rebotes por noche se encuentra con una invitación al fin de semana de las estrellas. ¿Quién es el culpable? Ni el público, ni el técnico, ni el propio jugador. Como veníamos diciendo meses atrás, el '5' es una especie en peligro de extinción. El que no lo vea claro, queda invitado a sentarse y reflexionar. 

- ¿A quién llevaría yo para suplir a Howard?

Los que son

Josh Smith

Consistente, fiable, efectivo y, ante todo, espectacular. Mejora temporada tras temporada a un ritmo lento pero seguro y no parece tener techo. Para hacerlo más sangrante, los Atlanta Hawks se encuentran a un paso del podio en la Conferencia Este, por lo que no podemos achacar su ausencia a los malos resultados de su equipo. ¿Qué más puede hacer Josh Smith para demostrar que es una estrella? Incomprensible a todas luces.

Rajon Rondo

Un año después, la gran C pasa de contar con cuatro representantes a uno solo, y no estamos hablando del base joven y huraño que los dirige, sino del padre del proyecto, Paul Pierce. Aquello de dejar fuera al primero cuando dedica noches alternativas a flirtear con el triple-doble, sólo puede entenderse a la luz de sus numerosos y diversos lances con las lesiones.

Paul Millsap / Al Jefferson

La divina pareja interior que mantiene a flote a unos Jazz a medio gas, milagrosamente por encima del 50% de victorias. Mucho se ha hablado a favor tanto de uno como de otro, apelando a números y estadísticas de todo género. Ambos están jugando a un nivel espectacular, y haciendo grandes cosas por su equipo, pero escoger a uno de ellos implicaría renunciar al intocable Love, que tal vez mereciese la titularidad más que nadie, a una leyenda viva como Nowitzki, o a un LaMarcus Aldridge que lleva unos meses ganándose a pulso el billete. Estos chicos no venden. Tal vez en otra ocasión.

En el tintero nos dejamos, para no perder la costumbre, a unos tantos que debieron ir allá o quedarse acá, pero la consabidas limitaciones de espacio, formato y, por encima de todo, tiempo, vuelven a hacer de las suyas. Lo que a los ojos del que escribe es esencial, queda aquí expuesto. El resto corre de parte del que lee.

domingo, 5 de febrero de 2012

Buen vino

El seguidor común de la NBA. El reportero al que le corresponde la entrevista de turno. Incluso el fan incondicional de los Suns. Las dudas que acuden a la garganta de aquellos a los que acabo de mentar no difieren en demasía unas de otras.

-¿No va siendo hora de pedir un traspaso? 

-¿Acaso no mereces una oportunidad de ganar el anillo antes de retirarte?

Antes de que la pregunta termine de ser lanzada, el destinatario de la misma, haciendo gala de ese maravilloso don suyo para anticiparse a aquello que le rodea, la recoge al vuelo y lanza de vuelta la correspondiente respuesta, siempre invariable.

- No. No es mi estilo. Tal vez forme parte de la vieja escuela, pero un compromiso me une a mi equipo. Me debo a la organización, a los fans y a mis compañeros.

A dos días de su trigésimo octavo cumpleaños, Steve Nash se mantiene firme, y no tiene intención de pedir el traspaso. Los directivos, por su parte, no contemplan como opción el dejarle ir, a no ser que el canadiense exprese el deseo de marcharse motu proprio.

Y todo ello, a pesar de que a estos nuevos Suns les cueste llegar a las tres cifras en anotación. A pesar de  que apenas conserven medio roster del pasado año. A pesar de que, por mucho que así lo queramos, Channing Frye no sea una sombra en el pick & roll de lo que fue el ya desaparecido Stoudemire. A pesar de que la promesa del fichaje de Lamar Odom, '4' inteligente donde los haya, nunca llegase verse cumplida.

Steve mantiene la mente despejada y las manos ágiles. Por cada encuentro, 15 puntos, 10 asistencias y 38 inviernos son sus credenciales. Y seguirá adelante durante dos o tres años más. No por el hecho de igualar a John Stockton en aquello de pisar el parqué con 40 años a la espalda. No. Todo se torna mucho más sencillo cuando se recurre directamente a él.

-No tengo ninguna intención más allá de jugar contra los mejores mientras me sea posible.

Desde este punto, podríamos retrotraernos a los penúltimos playoffs, y recordar cómo el equipo llegó hasta la Final de Conferencia, para plantarle cara a unos Lakers que finalmente se alzaron con el anillo. Todo ello para constatar que aquellos que dos años atrás constituían el referente ofensivo en la mejor liga del mundo, quedan muy lejos de ser capaces de reconocerse a sí mismos. Y después, preguntarnos por qué.

Cerrando los ojos y apretando los dientes, podríamos sumergirnos a mayor profundidad en las aguas del tiempo, y llegar a rozar con la punta de los dedos los tiempos de Nash-Marion-STAT, pero no nos gusta sufrir por sufrir. 

Resta la posibilidad de escoger el camino del medio, y criticar cómo uno de los mejores bases que ha dado la historia de este deporte se conforma y se decanta por la comodidad que entraña lo continuo. La ausencia de cambio. La vida en el desierto.

Entretanto, los más ingenuos nos limitamos a aplaudir.