domingo, 26 de diciembre de 2010

Aquellos maravillosos años

Hay quién no lo tiene muy claro, así que, teniendo en cuenta el tema que nos traemos entre manos, considero oportuno aclararlo. Allá va la revelación.
 
Michael Jordan se fue de los Bulls hace 12 años.

Sí, Michael nos dejó hace más de una década —¿acaso algún profano recuerda su etapa en los Wizards? ¿eh? ¿EH?—, y por increíble que pueda parecerle a algunos, existe baloncesto después de él. Si bien es cierto que desde su marcha, los Bulls cayeron en un relativo ostracismo dentro de la competición, no será por apatía o falta de ganas.

Me explico. En los últimos años, no ha habido temporada en la que Chicago no haya sonado para dar la campanada en los primeros compases. Nuevos proyectos, fichajes prometedores, alguna que otra elección curiosa en el draft. Distintos comienzos que incitan a las mismas buenas sensaciones, pero que comparten un desenlace común. Aparición discreta en post-temporada y vuelta a casa a la primera de cambio.

En el caso concreto de este año, la situación, al cierre, parece más prometedora que nunca. El fichaje de Carlos Boozer dota a los Bulls de un frontcourt más que competitivo. De la mano del floreciente Noah, suman talento suficiente como para intimidar a casi cualquier escuadra de esta liga. Al lado de estas dos torres, el joven Taj Gibson apunta a seguir madurando en el tiempo de descanso que le dé a los hombres fuertes, mientras compite con el veterano Kurt Thomas y su capacidad para aportar minutos de calidad.

Por otra parte, la solidez de su juego exterior puede parecer mermada, ahora que se han deshecho de Kirk Hinrich, un jugador fiable y seguro, que en su día luchó por ser el pilar de lo que se estaba gestando en el United Center, pero que quedó relegado a un segundo plano por la pujanza del explosivo Derrick Rose. Nada más lejos de la realidad. Los Bulls cuentan con los servicios del ya mentado Rose, pero además se han hecho con Ronnie Brewer —hay quién ya habla de «robo»—, Keith Bogans, y el experto francotirador, Kyle Korver. Si a esto le sumamos al todoterreno C.J. Watson, sobran más palabras.

Los Bulls tienen las piezas. Es al nuevo entrenador, Tom Thibodeau, a quién le corresponde encajarlas debidamente para componer un entramado que aspire a todo. En cualquier caso, Boozer es un recién llegado, Rose aún es joven y las prisas no son buenas.

Tal vez nunca vuelvan a brillar como en los 90. Tal vez su destino sea vagar eternamente por las posiciones medias de la tabla. Tal vez no estén llamados a volver a saborear la gloria del anillo. O tal vez  vaya siendo hora de que dejen de mirar al pasado y se conviertan en algo más que el equipo por el que fichó Dios el séptimo día.


Un saludo.

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