domingo, 2 de enero de 2011

Los viejos rockeros nunca mueren

25 puntos, 8 rebotes, 2 asistencias.

¿De quién estoy hablando? ¿Kevin Durant, tal vez? ¿Quizás Amar'e Stoudemire? Podría tratarse de Blake Griffin, últimamente está en boca de todos. Sea como fuere, tiene que ser forzosamente alguno de esos jugadores que tanto venden en los últimos meses.

Craso error. Estoy hablando de Dirk Nowtizki. A alguno lo mismo le suena. Por si las moscas, me pongo en antecedentes.

El alemán lleva trece años jugando y destacando en la mejor liga del mundo. Destacando hasta el punto de ganar el MVP en la temporada 2006/07. Sin embargo, en el ámbito colectivo, su recompensa ha sido únicamente la de permanecer en un equipo que sólo puede presumir de llevar el cartel de «eterna promesa» por los siglos de los siglos y de tirar por la borda su oportunidad más clara de ganar un campeonato. 

Su mejor amigo fuera de la cancha y su mejor socio dentro de ella, Steve Nash, abandona la franquicia. Su presidente no deja de abrir la  boca para provocar problemas. Su equipo no posee un vestuario competitivo. Su propia novia le estafa. Minucias. Dirk siempre está ahí, al pie del cañón. 32 años y se mantiene al más alto nivel, constituyendo una de las principales referencias interiores de la liga. A este alemán le queda mucho baloncesto fluyendo por sus venas.


23 puntos, 15 asistencias, 4 rebotes.

¿Y esta vez? Estamos ante los números de un base, eso parece claro. Uno joven y explosivo, seguramente. Derrick Rose o Rajon Rondo, tal vez.

¡Oh, sorpresa! Erramos nuevamente. Nos encontramos ante la actuación del incombustible Steve Nash hace unos días contra los Sixers. Ya he hablado de él en otras ocasiones, poco más puedo añadir.

Como en el caso de su ex-compañero e íntimo amigo, Nowitzki, Steve no ha recibido más premio que dos MVPs en temporada regular. Casi nada. Irónicamente, en el apartado colectivo, allí donde realmente siempre ha destacado, no ha visto recompensado su esfuerzo en forma de anillo. Una lástima. 

A pesar de todo, con 36 primaveras a sus espaldas, mientras la mayoría de los jugadores se dedican a redactar su discurso de despedida pensando en el día de su retirada, Steve prefiere emplear el tiempo en encadenar un 20-10 tras otro haciendo lo que mejor sabe hacer; desplegar su buen juego en torno a sus  compañeros para conseguir que suban un escalón. O dos.


14 puntos, 10 rebotes, 2 asistencias.

Curioso. No son números como para tirar cohetes. Podríamos estar ante las cifras de un buen jugador. Competente, pero no brillante. Fiable, pero no decisivo. ¿Lamar Odom, tal vez? ¿Hakim Warrick? Quizás un pívot ramplón que tuvo una buena noche...

No. Increíble, pero cierto. Esta vez se trata de Tim Duncan, ese gran desconocido. Probablemente, el mejor ala-pívot de la última década, y un —casi— completo extraño fuera del mundillo NBA. 14 años dominando la liga sin hacer ruido. 14 años ganando anillos con los Spurs. En definitiva, —y el abajo firmante es un empedernido fanático Sun— 14 años erigiéndose como un ejemplo a seguir para todos los amantes de este deporte.

No importa que sus números hayan perdido su brillo, que digan que está mayor, o que no domine en la pintura como solía. Sus Spurs —muy a mi pesar— están viviendo uno de los mejores arranques ligueros que se les recuerda, y a Tim no le faltan razones para sonreír. Conoce a su equipo, conoce a sus compañeros y, lo que es más importante,  se conoce a sí mismo. Está ahí para lo que su entrenador le requiera. Y no pondrá ningún «pero».



En los tiempos que corren, los de Rondo y Griffin, los de Durant y Howard, los de Rose y Stoudemire, muchos a veces olvidan lo que estas leyendas vivientes han hecho y siguen haciendo para mantener esta liga en lo más alto. No es necesario echar la mirada atrás. Aún no. Disfrutemos con sus últimos destellos antes de que no nos quede otra opción que la de ponernos nostálgicos y echarles de menos mientras observamos maravillados los vídeos con sus mejores jugadas.


Un saludo y feliz año nuevo.

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