domingo, 30 de enero de 2011

La conquista de América (2 de 2)

La pasada semana hicimos un repaso de la situación de los nuestros al otro lado del Atlántico, pero nos dejamos a dos grandes. Vamos con ellos.


Rudy Fernández

Le ha llegado el turno a nuestro swingman favorito, Rudy Fernández.

Rudy es un gran jugador. En numerosas ocasiones hemos sido testigos de ello. Y esperamos un avance significativo en lo que a su protagonismo en los Blazers se refiere. Es cierto que su entrenador no cuenta con él todo lo que nos gustaría y también que tener a Brandon Roy por delante en las rotaciones frena la progresión de cualquiera. Por otra parte, el mallorquín no ha aprovechado convenientemente todas las oportunidades que se le han dado. Pero eso está cambiando.

Durante las últimas semanas de diciembre, las rodillas de Roy forzaron a McMillan a repartir minutos entre los suplentes. Eso sólo podía significar una cosa en la cabeza de Rudy. «Oportunidad de oro». Y así fue. Respondió con tres explosiones consecutivas; Minnesota, Golden State y Milwaukee. 20 puntos y 7 asistencias de media a lo largo de esos 3 partidos. Casi nada. Ahora únicamente cabe esperar los Blazers peleen en los playoffs y que Rudy recobre la confianza en sí mismo.


Marc Gasol

Cerramos el análisis ÑBA con la tanqueta humana, Marc Gasol.

Después de haber aprobado con nota su temporada rookie, el mediano de los Gasol consiguió pulir sus números aún más en su segundo año. 

Se ha consolidado como un center puro más que respetable dentro de una liga donde los jugadores de su corte desaparecen de manera preocupante con el devenir de los años. A pesar de mantener ese estatus, en el momento presente, Marc ve su protagonismo ligeramente reducido dentro de la plantilla de los de Memphis. Es posible que la pujanza de Darrell Arthur haya tenido algo que ver con este hecho. 

Como jugador, de Marc cabe esperar que mantenga e incluso mejore sus aportaciones al equipo. Como conjunto, los Grizzlies han experimentado un salto de calidad con respecto a los últimos años. La revelación que han supuesto Arthur y Conley les sitúa como candidatos a luchar en la post-temporada. Después de un arranque prometedor, se han arrugado ligeramente, pero no resulta descabellado pensar en el billete para los playoffs.


Un saludo.

P.D. Este artículo aparecerá publicado en su totalidad en el número 0 de la revista onFire lo lanzamos en febrero. (http://www.revistaonfire.com/).

domingo, 23 de enero de 2011

La conquista de América (1 de 2)

La temporada regular de la NBA ha alcanzado su ecuador. Entrados ya en el invierno, y con media competición por delante antes de los playoffs, corresponde hacer balance sobre la situación de los nuestros en la mejor liga del mundo. Qué se esperaba de ellos, qué han conseguido y qué les queda por acometer. Sin más preámbulos, veamos cómo les está yendo a los ÑBA.


Pau Gasol

Como no podía ser de otra forma, empezamos con nuestro baluarte. El máximo exponente del baloncesto español a nivel internacional.

Después del merecido descanso estival —comprendido por unos, criticado por otros— que se concedió el escudero de Kobe, todos esperábamos verle brillar nuevamente vestido de oro y púrpura. Y Pau no decepcionó. No suele hacerlo. 

Arrancó la temporada a un nivel estratosférico, con actuaciones dignas de un MVP, pero la lacra de las lesiones se cebó con el vestuario laker. Si bien él no fue afectado de manera directa, las bajas de Theo Ratliff y Andrew Bynum obligaron al coach a cargarle de minutos sobre el parqué. Y, aunque a veces no lo parezca, Pau es humano. El cansancio acumulado peleando en la pintura noche tras noche terminó haciendo mella en él, y sus números se resintieron. 

Coincidiendo con estas vicisitudes, los de Phil Jackson sufrieron uno de esos baches a los que ya nos tienen acostumbrados a lo largo del mes de diciembre. Mas no hay de qué preocuparse. Han recuperado su juego, y el mayor de los Gasol vuelve a mostrarse sólido en la cancha. Las cifras hablan por sí solas. Los Lakers, al cierre, ocupan el segundo puesto en el «ya no tan salvaje» Oeste, superados únicamente por los incombustibles Spurs, y Pau promedia casi 20 puntos, algo más de 10 rebotes y 4 asistencias. Lo que esperamos de él en estos momentos es otro anillo. Y con él, el three-peat.


José Manuel Calderón

El siguiente en la lista es, con permiso de Ricky, nuestro base por excelencia, José Manuel Calderón.

El extremeño comenzó la temporada con un regusto amargo. Venía de un Mundial que no pudo disputar por culpa de una inoportuna lesión, y, para más inri, los suyos no fueron capaces de conseguir la medalla sin él al mando. Y es que Ricky es muy bueno, pero también muy joven. 

Lo que todos queríamos ver en «Calde» era el regreso a la titularidad y la consolidación de su buen juego, repartiendo balones en Toronto. Y es eso precisamente lo que José ha logrado. Jugando 30 minutos por partido y promediando casi un doble-doble, ha dado un paso al frente y recuperado el puesto de base titular indiscutible entre los Raptors. Y es que los suyos juegan mucho mejor cuando es él quién dirige las operaciones. 

Queda claro que, a nivel individual, su año está transcurriendo de manera impecable, pero no podemos decir lo mismo sobre sus objetivos a nivel colectivo. Tras la marcha de Chris Bosh al titánico proyecto de Miami, «Calde» no tiene a quién surtir de balones y los Raptors marchan duodécimos en el Este. La aparición en post-temporada se antoja complicada.


Un saludo.


P.D. Este artículo aparecerá publicado en su totalidad en el número 0
de la revista onFire lo lanzamos en febrero. (www.revistaonfire.com).

domingo, 16 de enero de 2011

Reyes sin corona

Perdedores.

Perdedores como Tracy McGrady, que anotan 13 puntos en 35 segundos para darle la vuelta a un partido ya imposible.

Perdedores como Vince Carter, que pasan a la historia por inventar el dunk de la mort.

Perdedores como Charles Barkley, que le disputan unas finales al jugador más grande que alguna vez haya pisado una cancha de baloncesto.

Perdedores como John Stockton y Karl Malone, que conforman el mejor pick & roll habido y por haber en la historia de la NBA.

Perdedores como Grant Hill, que después de aspirar a todo, de haber llegado a lo más alto y de sufrir la mayor caída imaginable, son capaces de levantar la mirada y reinventarse a sí mismos.

Perdedores como Christian Laettner, que, a pesar de haber jugado un papel testimonial en un conjunto compuesto por estrellas, forman parte del mejor equipo jamás constituido. El Dream Team.

Perdedores como Yao Ming, que, a modo de embajadores, abren la liga de baloncesto más importante  sobre la faz de la tierra al país más poblado del mundo.

Perdedores como Shawn Kemp, que consiguen que el sol brille con más fuerza en la lluviosa ciudad de Seattle.

Perdedores como Dominique Wilkins, que no le temen a una rivalidad cara a cara con el mismísimo Michael Jordan.

Perdedores como Steve Nash, que ganan dos MVPs  y, a la edad de 36, siguen mejorando cada año como el buen vino.

Perdedores como Jason Kidd, que pasan una buena parte de su carrera flirteando una noche sí y otra también con el ansiado triple-doble.

Perdedores como Dirk Nowiztki, que entregan su cuerpo y su alma a un proyecto durante años y no se cansan de seguir intentándolo.

Perdedores como Reggie Miller, que luchan contra la misma genética en aras de ver cumplidos todos sus anhelos.


Entre todos ellos no cuentan un solo anillo. ¿Eso les convierte en perdedores?

En tal caso, amigos míos, yo también quiero ser un perdedor.


Un saludo.


P.D. Este artículo apareció publicado como «Artículo del Mes» en el número 221 de la Revista Oficial NBA.

domingo, 9 de enero de 2011

Querido enemigo

Los trapos sucios de Tony Parker salen a la luz y desembocan en ruptura con la señorita Longoria. El alma  de la dinastía que ha regido la liga con mano de hierro durante los últimos años, Tim Duncan, se encuentra en caída libre. Las últimas adquisiciones que llevó a cabo el equipo parecen condenadas al banquillo. 

Para los devotos incondicionales de los Suns, parece a simple vista un cuadro agradable. Deberíamos estar frotándonos las manos. Pero no. Por mucho que nos duela, ahí siguen los Spurs, aguantando el chaparrón. Liderando la competición con un 30-6. Pecata minuta.

Los de San Antonio venían de «colarse» por la mínima en post-temporada el pasado año, con 50 victorias peleadas con uñas y dientes hasta el último momento en una conferencia Oeste muy competitiva. El verano sirvió para hacer ajustes, para que el francés y al argentino descansasen y, por supuesto, para que los años siguiesen pasando, no en vano, por Tim Duncan.

Tras estos antecedentes, llega la sorpresa. En los primeros compases de la presente temporada, nadie ha sido tan bueno como los Spurs. De hecho, ni siquiera ellos mismos recuerdan un arranque semejante en su historia como franquicia. No, tampoco en los años en que se coronaron campeones. ¿Alguien puede explicarme qué esta pasando en AT&T Center?

La otrora estrella del combinado texano, Tim Duncan, ha cedido el puesto de líder —al menos sobre el parqué— a Ginóbili y Parker, una de las parejas exteriores más letales de la liga. Entre ambos, han relegado su producción anotadora al tercer puesto en el equipo. Y todo ello sin contar demasiado con el que parecía la gran adquisición del verano, Tiago Splitter, el gigante brasileño de 2,13, al que, en un primer momento, se le suponía abocado a quitarle minutos a Tim.

Veamos a donde quiero llegar. A la hora de hablar del MVP, existe una ley tácita no escrita con la que la inmensa mayoría comulga, que afirma categóricamente lo siguiente:

Los mejores jugadores están en los mejores equipos.

Se podrá o no estar de acuerdo con esta máxima, pues al fin y al cabo, podríamos catalogar semejante afirmación como una mera opinión. Sin embargo, si echamos la vista atrás, veremos que el premio al jugador más valioso siempre acaba en manos de aquellos que militan en equipos con serias aspiraciones al título. Kobe Bryant es un vivo ejemplo de ello. Le fue negado un galardón que a todas luces la liga le debía hasta el mismo momento en que se consiguió coordinar a un equipo competitivo a su alrededor.

Llegados a este punto, resulta obvio que el siguiente paso consiste en preguntarse: ¿quién es el mejor jugador del mejor equipo? Si nos remitimos a los números, Manu Ginóbili, un tipo que con 33 primaveras a sus espaldas luce una clase increíble, parece el candidato más firme a sostener semejante honor. ¿Qué debemos hacer, entonces? ¿Concederle el premio al jugador más valioso a un tipo que promedia menos de 19 puntos y aproximadamente, 4 rebotes y asistencias por partido? Probablemente haya muchos jugadores en esta competición que lo merezcan más, ¿no?

Que nadie se confunda. No pretendo cuestionar a un equipo que está mostrando una solidez envidiable durante este primera mitad de temporada. Tampoco quiero decir que Gregg Popovich esté haciendo mucho teniendo muy poco, pues eso constituiría un insulto inmerecidísimo hacia jugadores de inconmensurable talla. Sólo intento dejar claro que, le pese a quien le pese —a mí el primero—, hay otros que, teniendo mucho más, consiguen mucho menos.


Un saludo.

domingo, 2 de enero de 2011

Los viejos rockeros nunca mueren

25 puntos, 8 rebotes, 2 asistencias.

¿De quién estoy hablando? ¿Kevin Durant, tal vez? ¿Quizás Amar'e Stoudemire? Podría tratarse de Blake Griffin, últimamente está en boca de todos. Sea como fuere, tiene que ser forzosamente alguno de esos jugadores que tanto venden en los últimos meses.

Craso error. Estoy hablando de Dirk Nowtizki. A alguno lo mismo le suena. Por si las moscas, me pongo en antecedentes.

El alemán lleva trece años jugando y destacando en la mejor liga del mundo. Destacando hasta el punto de ganar el MVP en la temporada 2006/07. Sin embargo, en el ámbito colectivo, su recompensa ha sido únicamente la de permanecer en un equipo que sólo puede presumir de llevar el cartel de «eterna promesa» por los siglos de los siglos y de tirar por la borda su oportunidad más clara de ganar un campeonato. 

Su mejor amigo fuera de la cancha y su mejor socio dentro de ella, Steve Nash, abandona la franquicia. Su presidente no deja de abrir la  boca para provocar problemas. Su equipo no posee un vestuario competitivo. Su propia novia le estafa. Minucias. Dirk siempre está ahí, al pie del cañón. 32 años y se mantiene al más alto nivel, constituyendo una de las principales referencias interiores de la liga. A este alemán le queda mucho baloncesto fluyendo por sus venas.


23 puntos, 15 asistencias, 4 rebotes.

¿Y esta vez? Estamos ante los números de un base, eso parece claro. Uno joven y explosivo, seguramente. Derrick Rose o Rajon Rondo, tal vez.

¡Oh, sorpresa! Erramos nuevamente. Nos encontramos ante la actuación del incombustible Steve Nash hace unos días contra los Sixers. Ya he hablado de él en otras ocasiones, poco más puedo añadir.

Como en el caso de su ex-compañero e íntimo amigo, Nowitzki, Steve no ha recibido más premio que dos MVPs en temporada regular. Casi nada. Irónicamente, en el apartado colectivo, allí donde realmente siempre ha destacado, no ha visto recompensado su esfuerzo en forma de anillo. Una lástima. 

A pesar de todo, con 36 primaveras a sus espaldas, mientras la mayoría de los jugadores se dedican a redactar su discurso de despedida pensando en el día de su retirada, Steve prefiere emplear el tiempo en encadenar un 20-10 tras otro haciendo lo que mejor sabe hacer; desplegar su buen juego en torno a sus  compañeros para conseguir que suban un escalón. O dos.


14 puntos, 10 rebotes, 2 asistencias.

Curioso. No son números como para tirar cohetes. Podríamos estar ante las cifras de un buen jugador. Competente, pero no brillante. Fiable, pero no decisivo. ¿Lamar Odom, tal vez? ¿Hakim Warrick? Quizás un pívot ramplón que tuvo una buena noche...

No. Increíble, pero cierto. Esta vez se trata de Tim Duncan, ese gran desconocido. Probablemente, el mejor ala-pívot de la última década, y un —casi— completo extraño fuera del mundillo NBA. 14 años dominando la liga sin hacer ruido. 14 años ganando anillos con los Spurs. En definitiva, —y el abajo firmante es un empedernido fanático Sun— 14 años erigiéndose como un ejemplo a seguir para todos los amantes de este deporte.

No importa que sus números hayan perdido su brillo, que digan que está mayor, o que no domine en la pintura como solía. Sus Spurs —muy a mi pesar— están viviendo uno de los mejores arranques ligueros que se les recuerda, y a Tim no le faltan razones para sonreír. Conoce a su equipo, conoce a sus compañeros y, lo que es más importante,  se conoce a sí mismo. Está ahí para lo que su entrenador le requiera. Y no pondrá ningún «pero».



En los tiempos que corren, los de Rondo y Griffin, los de Durant y Howard, los de Rose y Stoudemire, muchos a veces olvidan lo que estas leyendas vivientes han hecho y siguen haciendo para mantener esta liga en lo más alto. No es necesario echar la mirada atrás. Aún no. Disfrutemos con sus últimos destellos antes de que no nos quede otra opción que la de ponernos nostálgicos y echarles de menos mientras observamos maravillados los vídeos con sus mejores jugadas.


Un saludo y feliz año nuevo.