domingo, 29 de enero de 2012

La otra historia

17 de junio de 1986. Draft de la NBA. Un chico de Landover, Maryland, resulta escogido por los Boston Celtics con el número 2. Una joven promesa que venía de pulverizar récords en el college. Llevaba cosida una etiqueta en la que se podía leer «El alero más completo que jamás haya salido de una universidad». Dos días después, muere por arritmia cardíaca, originada por una sobredosis de cocaína. 


Como muchos habrán deducido ya, el malogrado que falleció mientras celebraba la consecución de su sueño se llamaba Len Bias, y su historia es sobradamente conocida por aquellos que amamos este deporte.

Sin embargo, hubo otro muchacho que fue elegido después de él. Los Warriors decidieron que su pick número 3 se vería traducido en la adquisición de Chris Washburn. Al contrario de lo que ocurre con Bias, son pocos los que se acuerdan de este prometedor pívot. Pero su historia, no por menos conocida, resulta menos trágica. 

Su reputación lo precedía cuando aterrizó en el draft. Considerado uno de los 3 mejores jugadores de highschool antes de fichar por la potente universidad de North Carolina State, Chris era un atleta consumado, con una coordinación muy poco común para un jugador de sus dimensiones. El futuro le pertenecía.

La misma noche en que Len Bias celebraba su elección por parte de los Celtics, a 300 km de allí, Chris Washburn hacía lo propio de una manera similar. 

A la mañana siguiente, alguien reconoció a Chris por la calle.

- Eh, chico, ¿has oído lo que la ha pasado a Len?

- No. Deja de mentir.

El chico compró el New York Post y comprobó que los rumores eran ciertos. 

Transcurrieron los días, y arrancó la temporada regular. Chris parecía comenzar a colocar los cimientos de su carrera NBA en un partido contra los Knicks. Los suyos iban 23 abajo, y el chico convirtió 16 cartones. Poco después, una tendinitis se cebó con su tobillo. Los antiinflamatorios que la combatían, se cebaron a su vez con su riñón. El cóctel derivó en una generosa temporada en el dique seco. Y cuando se quiso dar cuenta, se vio reconociendo públicamente su adicción a la cocaína e ingresando en una clínica de desintoxicación.

Tras su supuesta rehabilitación, recaló en los Hawks. Tras tres controles anti-droga positivos, fue expulsado de la liga de manera definitiva. A sus espaldas, 2 temporadas NBA, 72 partidos, 3 puntos por encuentro y un futuro en ruinas.

Desde este punto, pasó a ser un sin-techo en la calles de Houston. Dormía en fumaderos de crack, casas abandonadas o a la intemperie. Comía de lo que pedía, robaba o rebuscaba en la basura. Se vio involucrado en numerosos y turbios menesteres, recibió un disparo en un pie, y terminó ingresando en prisión durante tres años por tráfico de sustancias.

A día de hoy, Washburn lleva 12 años limpio. En 2000 consiguió rehabilitarse de manera definitiva y ahora trabaja como agente de cobro de hipotecas. Colabora en una asociación que cuida de aquellos que viven en la calle y ayuda a otros ex-jugadores NBA que siguieron sus mismos derroteros y enfrentaron problemas similares.

Chris supo reinventarse. Luchó contra su adicción y por la redención. Otros no tuvieron la suerte.

O el coraje.

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